En la escuela primaria, empezamos a estudiar los acontecimientos de revolución y posterior independencia de España, "La Madre Patria".

Pero la "vieja" historia oficial escolar y los retratos que ilustraban nuestros libros, tiene algunos detalles ocultos.

El 25 de mayo de 1810 era viernes.  Durante la mañana, la Plaza de la Victoria estaba llena de tropas y alrededor de mil personas. Pero no todas tenían en su pecho, las cintitas blancas y celestes, que eran los colores que los Patricios habían usado durante las invasiones inglesas:  French y Beruti repartían cintas blancas y rojas, colores éstos que probablemente simbolizaban la unión entre americanos y europeos, aunque hay quienes defienden la idea que el blanco representaba la paz y el rojo, la guerra.

Las ilustraciones nos muestran una multitud, todos con paraguas, porque llovía.  La verdad es otra:  el viento y la garúa constantes habían hecho que la gente se retirara de la plaza y los que se quedaron, un centenar de personas que soportaban el clima durante la tarde, se protegía bajo los aleros de las casas y galerías aledañas. La lluvia impedía que se encendieran las luminarias; las candilejas y faroles alimentados con aceite de potro o de bagual se apagaban, por eso se abrieron los postigos de todas las ventanas iluminadas desde el interior de las casas con candelabros. Muy pocos tenían paraguas, un artículo caro y de lujo, importado de Inglaterra y que vendía una sola tienda.

La Primera Junta declaró que gobernaba en nombre de Fernando VII. Para algunos,  era una estrategia a la que llamaron la "máscara de Fernando", ya que el rey ya no reinaba ni su propio país:  Napoleón obligó al rey Carlos y a su hijo Fernando a entregarle la corona para imponerla a su hermano José Bonaparte, quien se convirtió en el nuevo rey de España. Fernando VII, legítimo heredero al trono, fue llevado prisionero a Francia.

Nuestros revolucionarios fueron conservadores, no declararon la independencia. En el Río de la Plata se siguió jurando en nombre de Fernando VII con la bandera española flameando en el Fuerte de Buenos Aires hasta 1815. La emancipación formal llegaría el 9 de julio de 1816. Así lo recuerda Saavedra en sus memorias: “Por política fue preciso cubrir a la junta con el manto del señor Fernando VII a cuyo nombre se estableció y bajo de él expedía sus providencias y mandatos”.

La composición de la Primera Junta,  fue en realidad, la Segunda Junta:  surgió de un escrito presentado por French y Beruti respaldado por un gran número de firmas. En el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810, el pueblo había votado la destitución del virrey Cisneros y pidió al Cabildo que asumiera el poder y nombrara una Junta. Pero el Cabildo interpretó ésto a su manera y nombró una Junta presidida por el ex virrey. Fue un escándalo: esta Junta renunció el 24. El 25 de mayo, por la presión popular, se nombró una Segunda Junta. Los nombres de sus integrantes fue el resultado de una negociación entre tres partidos, que habrían ubicado a tres candidatos cada uno: los carlotistas, los juntistas o alzaguistas, y el "partido miliciano". Belgrano, Castelli y Paso eran carlotistas. Los partidarios de Álzaga eran Moreno, Matheu y Larrea. Saavedra y Azcuénaga representaban al poder de las milicias formadas durante las invasiones inglesas; en el caso de Alberti, esta pertenencia es más problemática.

En 1810 Buenos Aires tenía una población de 45.000 habitantes, los sectores populares estaban formados por grupos muy amplios y heterogéneos de personas, incluidos los esclavos, que trabajaban como artesanos, peones, jornaleros, vendedores ambulantes y demás. No se puede saber con exactitud cuántos de ellos participaron en el movimiento revolucionario porque no hay documentos. De ahí que los historiadores concuerden en la idea de que el 25 de mayo no se produjo una revolución sino que a partir de esa fecha el proceso revolucionario comenzó a dar sus primeros pasos.

Otro de los mitos sobre “la Semana de Mayo” es que se trató de una revolución popular. Lejos de ello fue una revuelta de un sector de la clase “"decente"” de criollos y españoles adinerados que temían la participación de la “chusma” tanto como los partidarios del virrey. Por eso, cuando las cosas arrancaron en la dirección incorrecta y Saavedra y Castelli insólitamente aceptaron el 24 de mayo integrar una Junta presidida por Cisneros, en una actitud que parecía traición, Beruti, líder de los “chisperos” que integraban la temible “Legión infernal” amenazó con que tañiría la campana del Cabildo para convocar al pueblo. El susto de los españoles y criollos, partidarios y contrarios de la continuidad del virrey, hizo que todo volviese atrás.

¡Viva la Patria!