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Capítulo Uno:  ¿ El Principito?

Vittorio llevaba su nombre en honor a su abuelo, Príncipe de Nápoles desde 1983. Era un hombre apuesto, que llevaba con garbo su metro noventa. Cuando esta historia comienza, él tendría unos cuarenta y algo.

Y estaba en uno de esos días...

Pertenecer a la Casa de Saboya, le había permitido crecer con comodidades poco usuales, típicas de la aristocracia europea, la que aún queda. Culto por obligación, se había educado en Suiza. De toda la riqueza familiar, los viñedos era lo único que le llamaba la atención. Ponía todos sus conocimientos ahí. Pero convengamos que tampoco trabajaba hasta el agotamiento...

Lo tenía todo.

Y no tenía nada.

Para la gente común, como uno, es difícil llegar a comprender. Los que no tenemos, soñamos con que las riquezas mundanas son la máxima aspiración próxima a la felicidad plena.

Nada más lejos de la realidad. Por lo menos para Vittorio, quien sufría de frecuentes depresiones, al no encontrarle sentido a la vida. Un hombre que lo tiene todo, no sabe que hacer al despertarse.

Una vez que llegó a la adultez, luego de terminar sus estudios, volvió a Italia. Ni él ni su familia habían tenido permitido la entrada al país. Peor aún: Vittorio ni siquiera tenía la ciudadanía.  Pero gracias a una gestión papal, pudieron volver.

Y allí empezó la dolce vita, no tal dolce.

Hombre de placeres mundanos, lograba levantarse llegando el mediodía, siempre con resaca y anteojos oscuros, para disimularla. Luego de almorzar con su madre y su hermana, a veces, viajaba hasta los viñedos, a "controlar" la elaboración del vino,  para después regresar a su oficina del piso veinte, en Nápoles, donde se ocupaba del mercadeo.

Entre secretarias y asistentes, más que una oficina empresarial, parecía una agencia de modelos. Su despacho era fuente permanente de recursos femeninos para la noche.

Pero al caer en su almohada, solo sentía un gran vacío. Y se dormía con las preguntas de siempre: cuántos amigos le quedarían si mañana se acababa su fortuna.  Cuántas mujeres lo habían amado realmente.

Vittorio conocía la respuesta de memoria.  La farra interminable y sin límites, lo tenían harto.  Las paredes de sus fosas nasales ya habían empezado a sangrar seguido. De permanecer sobrio, mejor ni hablar.

Tenía un solo hobby que lo motivaba un poco.  Tampoco "uffff cuánto me motiva"!

Pero algo.

Se trataba del cine. Le gustaba. Lo entendía. Lo entretenía. Admiraba el arte cinematográfico,  por lo que se había acostumbrado en los últimos años, a viajar hasta Annecy, una pequeña comuna francesa, situada entre Ginebra (Suiza) y Chambéry (Francia).

Todos los años,  el pequeño poblado acoge el festival internacional de cine de animación, a principios de junio, los Noctibules en julio y el festival de cine italiano en octubre. Además, cada dos años,  Annecy muestra la bienal de cine español a finales de marzo.

Ese junio, Vittorio encontró a la villa, particularmente poblada. Turistas de todo el mundo, recorrían sus calles.

Y entonces la vio.  La miró sin disimulo. Era como la belleza de  Annecy: perfecta y con perfume a flores.

Abril Capitulo 2

Capítulo Dos:  Abril, en Junio

Abril era una loca treintañera, argentina, trotamundos, que pagaba su vida nómade, con los escasos ingresos de su blog de viajes.  Amante de los deportes intensos, tenía un cuerpo con unas formas envidiables, cubiertas de músculo firme. Sexy. Muy sexy.  A pesar de ella! Porque la verdad es que, el arreglo personal le importaba poco. Llevaba su pelo largo suelto, desprolijo, y unos jeans que daban pena.

Pero ella era inmensamente feliz. Amante de la vida. Siempre amaneciendo con  una sonrisa.  Su vida itinerante le jugaba, a veces, una mala pasada: no se acordaba, al despertar, dónde estaba. Tenía esos segundos de tribulaciones hasta que le llegaba el lugar a la mente.

Viajaba sola. Se hospedaba en casas de familia. Era un turismo barato pero absolutamente enriquecedor.

Lo único caro, de apreciable valor, era su cámara fotográfica, que no dejaba en ningún momento.  Llevaba lejos de casa, más de un año. Había celebrado las Navidades en compañía de gente extraña, y lo había pasado fenómeno. Era un ser tan social!  Contagiaba la alegría. Se hacía amigos por doquier, los cuales conservaba por correo, luego de partir para otros lares.

Cuando habría su laptop se encontraba con su bandeja de entradas llena. Tantos amigos y amigas! Tantos lugares recorridos!

En esa ocasión, estando todavía en España, le habían hablado del festival de cine, en Annecy.  Para allá partió.

Lo hizo en tren, en compañía de su más reciente amiga, Dolores, una española de edad madura, más vagabunda que ella todavía. Tatuajes en varias partes.  A pesar de la diferencia de edad, se llevaban de maravillas.

Compartían el gusto por la aventura, por los deportes de riesgo y por la ausencia de hijos.  Se reían maliciosamente, hablando de lo lejos que estaban del instinto maternal.

Cruzaron España y Francia, en tren. Cuando llegaron a Annecy, Abril sintió que algo cambiaba en su vida: quedó fascinada con el lugar. Enamorada de las flores por doquier, de la prolijidad de las calles y de la amabilidad de los lugareños. Parecía un pueblo de cuentos. Disparó tantas fotos! Aunque la primavera ya había terminado, Junio era increíblemente bello.

Por primera vez le molestaba la gente. Demasiados turistas. Ese lugar de ensueño era para disfrutarlo a solas.  Ella y nadie más.

Pero había alguien más...

El festival de cine había comenzado. Las calles estaban adornadas de una forma tan pintoresca que no daban tregua a sus ojos. Hasta que otros ojos se cruzaron.

Y entonces el planeta se detuvo.

Annecy 2

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Capítulo Tres:  Autodestrucción

Vittorio no las tenía todas consigo. Ya en Italia,  su padre se había visto implicado en un oscuro asunto de corrupción, tráfico ilegal de divisas, falsedad en documento público y favorecimiento de la prostitución (2006), lo que lo había llevado por segunda vez a la cárcel. Victor Manuel de Saboya, padre de Vittorio,  fue absuelto de todos los cargos en 2007 y 2010.

Pero sigamos con Vittorio.

Su sexualidad promiscua y esa vida auto-destructiva  de drogas, alcohol y cuasi-vagancia, era propio de alguien avergonzado. Tenía de qué!  Su familia había sido exiliada en 1946, producto del advenimiento de la república. Su padre, dos veces preso, tampoco lo llenaba de orgullo, precisamente... Y él, no brillaba, para nada.  Una vida cargada de excentricismo y ocio, lo hacía avergonzarse de sí mismo.  Y no era para menos... Periódicamente, caía en depresiones, que solo lograba mejorar, (además del licuado de pastillas psicotrópicas), su hermana.  Él la adoraba. Era lo único genuino en su vida.  Natalia era ocho años menor que él.  Vittorio siempre la había protegido.  No quería que ella viviera su infierno.

Un infierno que lo despertaba en cualquier cama, con agujas aún clavadas en sus venas, descubriendo a su lado,  un desconocido cuerpo desnudo,  casi siempre de mujer, sin tener la menor idea de la geografía.  Ante un rápido llamado, siempre lo rescataba el fiel Andrea, mayordomo al servicio de la familia, desde que tenía memoria.

Ni siquiera recordaba la noche anterior. Sexo promiscuo y sin cuidados. Agujas sin procedencia certera. Todo lo hacía una fácil presa. Inexplicablemente y,  a pesar de sus esfuerzos inconscientes, seguía sano.

Absorto en esos nefastos pensamientos estaba, mientras caminaba bajo el sol estival de esa hermosa mañana en Annecy, al costado del canal, cuando la vio de nuevo.  Esta vez no haría lo del día anterior. No la dejaría ir tan fácilmente.  Le hablaría.

Abril no paraba de fotografiar aquí y allá; las flores; los patos;  la cascada y al cisne que zambullía una y otra vez, su largo cuello blanco, en las aguas inquietas del canal.

No lo había visto.

Vittorio sacó el manual de Casanova y, dirigiéndose a Dolores, le besó la mano diciendo en puro italiano: -"No puedo más que agradecerle el haber creado arte tan bello"-

Dolores lo miraba sorprendida, sin entender nada. Pasaron unos segundos hasta que largó la carcajada, que no hizo más que incomodar a Vittorio.  Había confundido a Dolores con la madre de Abril. La piropeaba con carácter transitivo.

No importó la incomodidad del momento. Él había logrado el cometido.

Llamar su atención.

Festival del cine en Annecy

Foto de Takahata

Capítulo Cuatro:  El Festival

La escena, aunque graciosa, no dejaba de ser romántica. Algo ajeno en la vida de Abril. Su personalidad extrovertida, confundía a los hombres: los cohibía.  Era tan poco reservada,  que no daba para el piropo.  Sus conquistas hasta ese momento, habían sido numerosas pero sin importancia; se trataba de cumplir con el físico, nada más.

Pero este Romeo cuarentón, la había sacado de contexto. Sin duda, había llamado su atención.  Abril colgó la cámara,  de su cuello y se acercó, diciendo, con pésimo italiano:

-"Hola ! Soy Abril"-

Vittorio no dejaba de mirar su rostro perfecto, enmarcado por un pelo largo, enmarañado, que solo conseguía hacerla aún más bonita.

En vez de tenderle la mano, se la tomó, asiéndola hacia él. Abril, sorprendida, se dejó llevar.  ¿Qué diablos estaba sucediendo? Vittorio les preguntó dónde se hospedaban y las dos aportaron lo que podían hasta lograr armar una frase completa y coherente, en italiano.  Las besó a las dos y les dijo que las pasaría a buscar al atardecer para ir al festival.

Pero Dolores, vieja zorra, había visto los relámpagos, así que,  cuando vio que se despedían, lo invitó a pasear con ellas, y pasar el día. Vittorio aceptó enseguida.  Abril quedó en silencio; la asustaba su extraño y nuevo estado; se hacía la linda, con una actitud femenina de conquista que desconocía que tenía.  Su incomodidad no era para con Vittorio, sino para con ella misma. Estaba actuando de manera extraña.

Conversaban como podían, mientras recorrían la comuna; el día colaboraba con la alegría del grupo. El febo estaba refulgente, apacible,  inolvidable.

Vittorio ni se acordó de sus adicciones. Almorzaron al aire libre, en un restaurante a la vera del canal.  Aunque Dolores tenía mucho protagonismo, ellos caminaban muy juntos, como si se hubieran conocido desde siempre.

Llegó el atardecer y las calles de Annecy se llenaron de júbilo. Empezaba el festejo.

El Festival Internacional de Cine de Animación, (en francés Festival International du Film d'Animation d'Annecy, FIFA), creado en 1960, tenía lugar al principio de los meses de junio.

El festival era una competición entre películas de animación (de técnicas diversas: dibujos animados, Stop motion, etc.).

Durante toda la duración del festival, además de las películas participantes que se mostraban en distintos cines de la ciudad, tuvo lugar una proyección nocturna al aire libre sobre el Pâquier, en el centro de la ciudad, frente al lago y a las montañas.  Dolores convenientemente, decidió "estar cansada" y volverse a la posada.

Abril y Vittorio quedaron solos esa noche, por primera vez.  Al terminar el último film,  a medianoche, él la condujo hasta su hotel, donde los encontró el amanecer, aún despiertos.

Durmieron abrazados.  Hasta el mediodía.

Cuando Vittorio abrió sus ojos, descubrió por primera vez, dónde estaba y de quién era ese cuerpo perfecto,  desnudo,  que dormía a su lado.

Sexy

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Capítulo Cinco:  Intenso

La virginidad era compartida.  La vida sexual de ambos, hasta esa noche, había sido puramente física, con el solo objetivo de conseguir un orgasmo.

Pero esa noche anterior, había sido de todo menos eso. Al mediodía, los dos se vistieron en silencio, tratando de comprender qué estaban sintiendo.  No hablaron del tema. Pero, sin saberlo, compartían el pensamiento.  Sin dudas, había sido su primer noche de amor.

¡Qué diferente se sentía!

Abril nunca había querido amanecerse con nadie. Nunca lo necesitó.  Terminaba, se vestía y a otra cosa.

Vittorio estaba aún peor: ni siquiera recordaba a quién tenía al lado.

Pero, ésto? Una cosa era tocar para exitar y otra muy diferente, era acariciar apasionadamente, tiernamente. Después de amarse una y otra vez, ambos habían permanecido abrazados, susurrándose lo impensable. Hasta que el sueño venció. Ni siquiera una vuelta durante la noche. Nada. Se despertaron en la misma posición : abrazados,  respirando al otro.  Lo peor fue cuando abrieron los ojos y ninguno quiso ser el primero en soltar. Permanecieron unos momentos así, recordándolo todo, lo cual hizo empezar todo otra vez.

Pero estaba Dolores esperando en la posada.  Había que comenzar el día!

Qué silencio mientras se vestían!  Ninguno supo manejar la situación. Inexpertos. Totalmente inexpertos.

Porsche

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Capítulo Seis:  Agua por todos lados

Caminaban hacia la posada, tomados de la mano, donde esperaba Dolores.  Les extrañó la ambulancia estacionada en la puerta principal, y toda esa gente que corría atareada.

Uhhh .  Bajaban a un pasajero en camilla, con máscara de oxígeno.  Abril se desprendió de la mano de Vittorio y empezó a correr lloriqueando, al reconocer el largo pelo encanecido, suelto, que caía libre.  Su corazón palpitaba a toda velocidad, hasta que la tuvo al lado:  Dolores había sufrido un ACV.  Vittorio le hizo señas de que subiera a la ambulancia. Él las seguiría atrás.

Esos días de internación, Abril no se movió de al lado de su amiga. Y Vittorio, con ella, sin dejarla un solo minuto sola.  La consolaba, la reconfortaba, la protegía.

Dolores tuvo una recuperación relativamente rápida. Era una mujer de mediana edad, pero "fuerte como un roble", según sus propios dichos.

Solo había pasado una semana, pero todo lo sucedido, y las veinticuatro horas juntos,  de cada día, habían hecho avanzar la relación de tal manera, que ya todos en el hospital, los trataban como una pareja estable.

Era comprensible:  conocerse en buenos tiempos es fácil y toma su tiempo.  Conocerse en momentos críticos es difícil y las horas vuelan.  Cierto!  Ellos también se trataban como si  hubieran pasado una vida juntos.

Con el alta de Dolores vino la vuelta a sus pagos.  La española quiso regresar.  El universo, a su modo, le había hablado:  basta de esa vida alocada.  Había que serenarse.  Ningún lugar era mejor que su tierra, sus afectos, su familia.  Insistió en volverse en tren. No quería ser una carga para la pareja.  Pero, aunque sin ponerse de acuerdo, Abril y Vittorio, resolvieron llevarla a casa.

Abril estaba feliz por varias razones:  la recuperación de Dolores, los deseos manifiestos de Vittorio de acompañarla no importaba dónde, la idea de viajar juntos, seguir con él...

Eran extraños pero hermosos momentos.

El equipaje de las dos esperaba listo en la puerta de la posada.  Vittorio las pasaría a buscar en su auto. Todo iba bien. Hasta que él apareció.

Abril quedó tan sorprendida y decepcionada que no pudo disimularlo.  Cierto!  Durante todo ese tiempo, solo habían caminado de un lugar a otro. La comuna era pequeña. No hacía falta un auto.

El espectacular Porsche de Vittorio fue la primera desilusión de Abril, desde que estaban juntos.  Esa tremenda ostentación era todo lo contrario a su filosofía de vida.  A ella le gustaban las cosas simples.  Su corazón puro, siempre al servicio del más necesitado.

Su extrema sensibilidad estaba expresada en  su forma de vida. Era vegana, por supuesto! No por razones de salud o de dieta.  Simplemente,  rechazaba el consumo de todo producto de origen animal por respeto a los demás animales como seres "sintientes".  Ella extendía esa  filosofía de pureza a todos los ámbitos de su vida.

Subirse a un auto como ese, la avergonzaba.  Su relación empezaba a hacer agua.

Pero Dolores, que venía de una experiencia sobrenatural, había cambiado.  En un santiamén estaba sentada en el asiento delantero.

Abril no tuvo más remedio que subir.

Vittorio pudo ver por su espejo retrovisor, la cara de disgusto de su amada. Todavía no sabía bien por qué. Pero entendió que algo andaba mal. Y el viaje comenzó, rumbo a España.  Los de adelante conversaban animosamente. El día era hermoso. El paisaje, también. Del asiento de atrás, no salía sonido alguno.

Abril estaba tan  contrariada que todo la molestaba.  Enfrentarse con el mundo real de Vittorio había sido una bofetada para ella. Ésto no funcionaría.  La relación comenzaba a hacer aguas por todos lados.  La pena en los ojos de Vittorio solo indicaban que le había leído el pensamiento.

Gerona

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Capítulo Siete:  Contra las reglas

Abril había sido educada dentro de una familia bien constituida, con padres amorosos, dedicados a sus dos únicos hijos, con amor y devoción, pero por sobre todo, con una mentalidad muy moderna para la época:  todo se enseñaba mediante la comunicación.  Todo se hablaba. Las órdenes eran explicadas y fundamentadas.  Era la modalidad de su padre, quien la marcó definitivamente.  Su madre supo secundarlo.

Toda la responsabilidad de la obediencia a las reglas sobre el bien y el mal, estaban marcadas a fuego, por la influencia innegable, materna.  Abril era una persona correcta, respetuosa.

Pero la libertad de hacer con su vida lo que quisiera, con un único objetivo, el de ser feliz, y hacer del mundo, un lugar mejor, era definitivamente el mensaje de su padre.

Abril siempre estaría dispuesta a invertir horas, días, y hasta su vida, en la lucha por lo que creyera, aún cuando, a veces, pareciera una quimera.

Para cumplir con su madre, Abril tenía una carrera universitaria.  Le había importado muy poco recibirse, pero creció escuchando a su progenitora, hablando de la importancia de los  títulos académicos. Siempre hacía esas distinciones honoríficas que  Abril rechazaba de pleno, pero que tenía grabado a fuego.  Como si el mundo binario fuera: humanos universitarios y humanos comunes.

Colgó su diploma en la cabecera de la cama de su mamá, y se despidió.  Viajaría por el mundo.

De su padre heredó todo lo demás. Lo adoraba.  Más allá de lo congénito, la influencia paterna era visible hasta en los gestos.

"Nunca renuncies a lo que te hace feliz aunque tengas todo el mundo en contra", le decía.

Su padre le había enseñado a vivir como ella quisiera, sin importar nada más. Así fue como se convirtió en un ciclón: donde iba, dejaba su huella.  Estaba llena de vida. Siempre, contenta; siempre una sonrisa, en su rostro hermoso. Derramaba su energía en el prójimo. Le encantaba ayudar. Pensaba que la riqueza se llevaba dentro. Y se sabía inmensamente rica. Le sobraba de todo, para convidar.  Su filosofía humanista le hacía ayudar a los que lo necesitaban. Se entristecía con tanta pobreza dispersa en el planeta; con el hambre de tantos niños... Ella pensaba que, más allá de los títulos académicos, o las riquezas económicas, nada estaba perdido si en alguien habitaba la bondad.

Por fin, había conocido un hombre que la movilizaba por completo. ¿Y la vino a buscar en un Porsche?

La vida la estaba poniendo a prueba.  La misma que había cambiado la de su padre, oportunamente, cuando, luego de viajar por el país, libre como el viento, vio a una  joven mujer, desde el tren detenido en ese pueblito remoto, caminado mientras meneaba su cabellera rubia.  Quedó con su nariz aplastada en el vidrio. Era la mujer más hermosa que había visto en su vida. Si pensarlo y, dispuesto a más aventuras, tomó su única maleta y se bajó del tren.

Era la madre de Abril.

Atrás quedó su vida aventurera y libre. Quedó prisionero amándola toda su vida.

Abril no quería lo mismo.  Su espíritu era nómade.

Pero, ¿acaso no era un poco tarde para pensar así?  Ella permanecía en el asiento de atrás, absorta en estos pensamientos. Con el ceño fruncido.  La finura afrancesada de su madre no podía haber sido más distinta que la personalidad aventurera y libre de su padre. Y, sin embargo, se habían amado intensamente toda la vida.

De tanto en tanto, Dolores se daba vuelta y le sonreía con dulzura.  Sus años expertos le permitían adivinar los pensamientos de Abril. Sabía que en el asiento de atrás, se estaba librando una sangrienta batalla. En cambio, adelante, tanto el piloto como el copiloto, venían disfrutando el viaje, animadamente. Después de todo, casi todo el camino había venido bordeando el Mediterráneo.  Estaban llegando a Gerona. Pasarían la noche allí. No daba para seguir hasta Barcelona. Dolores estaba convaleciente.

girona-temps-de-flors

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Capítulo Ocho:  Sentimientos

Habían llegado a Gerona, al atardecer.  Vittorio buscó el mejor hotel. Nueva incomodidad para Abril. Ella acostumbraba a pernoctar en posadas o casas de familia. La omnipotencia de las cinco estrellas,  la intimidaban, la sacaban de su eje.  Vittorio, que hasta ese momento no entendía nada, buscaba la aprobación permanente, determinado a seducir a su dama, con toda la artillería, esperando que se pasara la tormenta, cuyo origen ignoraba por completo.

Vittorio sentía que venía cayendo en picada. Pero tenía un aliado.  Dolores tuvo un encuentro cercano con la muerte, lo que le permitió un cambio de perspectiva. Esos días internada en terapia intensiva, en compañía solo de moribundos, y mirándose desde arriba, entrar y salir del túnel con  la luz brillante al final, hicieron la magia de la conversión y, aquella aventurera alocada, de vida promiscua, ahora tenía el alma llena de dudas y preguntas.

Esta experiencia de cuasi-muerte la había convertido en un ser diferente, descubriéndose sola, sin hijos, sin amor verdadero y constante y con una poca familia, muy lejos, no vista desde hacía años.  Comprendía lo que atribulaba el alma de Abril, pero decidió no quedarse espectadora del error.  Cuando llegaron al lobby, Dolores, anticipando el cuestionamiento que haría Abril, se apuró para pedir dos habitaciones: una matrimonial y la otra, single.  Y contuvo con el dedo, en señal de silencio,  las protestas de su contrariada amiga.

Intencionalmente, Dolores pidió que le sirvieran la cena en su habitación.  Se despidió de  sus compañeros de viaje, con un "hasta mañana".  Solo atinó a secretear en el oído de Abril, antes de desaparecer en el ascensor.

Vittorio moría por saber qué le había dicho Dolores, al oído. Pero sin duda, era algo muy importante. El cambio de actitud de Abril fue elocuente. Ordenó que llevaran ambas maletas a la habituación y con la voz más seductora que pudo salir de su garganta, la invitó a conocer Gerona.  Cenarían "por ahí", y conversarían. Fue muy insistente: "tenemos que hablar".Abril seguía en silencio pero se dejó llevar.

La ciudad, aunque pequeña, era tan bella, que, a poco de caminar, empezó a cambiar el ánimo.  Vittorio logró tomarla de la mano, discretamente, y avanzó lento, con cautela.  El universo estaba de su lado:  habían llegado justo para el Festival de las Flores. La ciudad estaba tan adornada que Abril no pudo más que ceder a la felicidad del momento.

Cenaron en el gran patio empedrado del restaurante, a la luz de las velas. Vittorio, despacito, comenzó a  abordar el tema. ¿Qué la había enojado tanto?

Y Abril habló. Sus vidas eran tan diferentes. Sus filosofías no podían ir por caminos más distantes. Vittorio esperó, paciente, escuchando cada palabra, y cada pausa.  Y el momento llegó; entonces dijo: -"Compartimos  una sola cosa, pero es la única que importa"- dijo él,  en directa alusión a los sentimientos, observando su reacción.

Ella admitió la confusión de su mente y de su alma. Ya no era tan cristalina el agua de su copa.  Ambos habían logrado bajar de sus respectivas zonas, y se había encontrado en un punto de equilibrio.

También se encontraron físicamente. Esa noche, nada importó.  El equilibrio también llegó. Y al mismo tiempo.

Sábanas

Capítulo Nueve:  Cincuenta Sombras

Seguían abrazados, bajo las sábanas. Vittorio era consciente que le tocaba hablar.  Durante la cena, Abril había abierto su corazón, sin reparos, confiando, contando su vida, con sus momentos felices como con sus heridas.  Habló de sus convicciones, de sus ideas, de sus opiniones frente a la vida, de las injusticias, de las penas y las alegrías.  Ella fue valiente. Y se mostró. No temió quedar indefensa en su vulnerabilidad y su bondad.

Vittorio no vivía ese sinceramiento como Abril. A él, descubrirla, lo acercó más que nunca. Ella era poseedora de lo que él nunca había tenido.

Y entonces, habló.  Abril permanecía acurrucada en su cuello, con la mano lo acariciaba, animándolo a proseguir. Él hablaba despacio, casi susurraba, con su boca pegada a la de ella.

Educado en los mejores colegios. Sí !  Pero internado.  Su madre lo venía a buscar para las Navidades. Y, a veces, solo a veces, para algún cumpleaños.  No quiso hablar del año  aquel, cuando  teniendo tan solo doce años, tuvo que soportar las vejaciones de aquel  grupete satánico,  de adolescentes ricachones,  de diez y seis años de edad. Eran cinco. Solo mencionarlo lo hizo estremecer.

La fortuna familiar nunca compensó su soledad.  Y él creció solo.

Cuando volvió a Italia, ya era preso de varias adicciones. La vagancia era su modo de vida. Casanovas sin descanso.

Una vida vacía.  De juerga sin fin. Sin el menor sentido.

Acostumbrado a las vergüenzas de su padre. Dos veces preso! La relación con el padre, era... ¿qué relación? Sin relaciones...

La única que importaba era su hermana, una niña sumisa, llena de complejos y baja estima, totalmente dominada por su madre.

Frecuentemente, mientras hablaba, notaba que Abril le pasaba los dedos por los ojos.  Por fin entendió. Lloraba.

Comprendía que sus mundos eran diferentes.  Pero él creía que era el motivo universal que los unía. De hecho, a estas alturas, Abril le era mortalmente imprescindible.  No quería vivir sin ella.  Si iban a seguir juntos, ambos tendrían que hacer concesiones.  El problema para Vittorio, es que él las haría con gusto: dejar la droga, las apuestas, el alcohol, las mujeres, los vicios, y ponerse trabajar, ganándose dignamente el sustento.  Sí. Era mucho para ceder. Pero él era el más beneficiado. ¿Qué le estaba ofreciendo a cambio? ¿Qué tenía para dar?

En cambio, Abril, tenía de todo para dar.  Y mucho por dejar: viajes, ayuda al prójimo, bondades, entregas...

Todo lo que Vittorio tenía que dejar, era una porquería.

Todo lo que Abril tenía que dejar, en cambio, era material de primera.

No daban las cuentas.

Racimo de uvas

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Capítulo Diez:  Annecy

Esa mañana, amanecieron diferentes. Las mutuas confesiones de sus vidas los había unido estrechamente.  Había que levantarse y continuar el viaje. Dolores  seguía delicada, y Barcelona estaba aún, a varias horas de viaje.

La alegría de la española era manifiesta. Verlos bajar las escaleras hasta el lobby, donde ella esperaba paciente, con su bolso preparado, tomados de la mano, amartelados, la llenó de júbilo.

Continuaron el viaje. Pero esta vez, Dolores se sentó atrás, y pudo ver, con regocijo, durante el resto del viaje, la forma embriagadora como se miraban y la dulzura invadió el aire de la mañana soleada.

La llegada a Barcelona los entristeció.  No solo porque había que despedirse de Dolores, sino porque la poca familia que la esperaba, realmente no se mostraba muy ansiosa de tenerla.

Sintieron que la abandonaban. Dolores adivinó .  Les habló con ternura, asegurándoles que lo mejor que podían hacer por ella, era seguir juntos, formar una familia, y venir a visitarla de tanto en tanto.

La despedida fue dolorosa.  Abril no podía soltar ese abrazo infinito.

Y partieron de regreso.

Annecy fue su elección.  La casa que compraron era sencilla. Pero amplia. Abril odiaba la ostentación.  La decoró con amor. Podía sentirse la calidez y el olor a hogar.

Vittorio, aunque viajaba periódicamente a Italia, a controlar y dirigir el trabajo de los viñedos, había instalado en el centro  de Annecy, su oficina que, aunque contaba con la última tecnología, era sencilla.  Desde allí, dirigía el marketing de los vinos, hacia todo Europa y Asia.

Abril, en cambio, había preferido tomar otros rumbos. El arte la acercaba más a su personalidad.  Trabajaba para el Ayuntamiento, a cargo del Festival de Cine. Ella lo organizaba todo.

Esa mañana, Abril aún remoloneaba en la cama. Vittorio, en cambio, ya estaba listo para la jornada de trabajo.  La despidió  con la misma frase de todos los días, que ella adoraba:

-"Sos el aire que respiro"-

FIN