¿Dominará China el mundo en un futuro cercano? Un análisis multidimensional

Sin embargo, su eventual hegemonía global no está garantizada: junto con sus impresionantes avances económicos, tecnológicos y militares, enfrenta obstáculos internos –desde el frenazo económico hasta un declive demográfico– y una creciente resistencia internacional. Distintos escenarios van desde un mundo bipolar dividido en esferas de influencia hasta un equilibrio multipolar o incluso confrontaciones abiertas. ¿Qué tan cerca está China de "gobernar el mundo"? Este artículo explora, con mirada neutral pero provocadora, el potencial y los desafíos del gigante asiático en dimensiones clave: economía, tecnología, poderío militar, influencia geopolítica, rol ambiental y poder cultural, contrastándolo con otras potencias y las visiones de expertos.

Introducción: El ascenso de China y la pregunta del siglo

¿Gobernará China el mundo en un futuro cercano? La mera pregunta suscita debates apasionados. En las últimas décadas, China ha pasado de ser una potencia regional a ocupar el centro del escenario global. Sus logros económicos sin precedentes, avances tecnológicos vertiginosos y una presencia cada vez más asertiva en la escena internacional han llevado a algunos a pronosticar una era de liderazgo chino global. El académico Martin Jacques, en su provocador libro Cuando China domine el mundo, ya vaticinaba que China “está cambiando el mundo literalmente, ante nuestros propios ojos, llevándolo a terrenos completamente desconocidos”, y que Occidente pasaría de modelo universal a ser solo “una de varias —incluso muchas— posibilidades”​vision.org. No obstante, otros expertos señalan que “dominar el mundo” es una hazaña compleja en un entorno internacional que se perfila más bien multipolar y competitivo.

En este análisis examinaremos qué tan cierta es la premisa de un dominio mundial chino en el corto o mediano plazo, desmenuzando el tema en múltiples dimensiones: económica, tecnológica, militar, geopolítica, ambiental y cultural. Adoptaremos un tono analítico y neutral, presentando datos sorprendentes, predicciones recientes de expertos y escenarios de futuro con distintas probabilidades. También exploraremos las debilidades internas de China y las resistencias globales que pueden frenar su camino al liderazgo. Además, contrastaremos su situación con la de otras potencias (Estados Unidos, India, la Unión Europea) para obtener un panorama comparativo.

Prepárese para un recorrido profundo y creativo por las luces y sombras del ascenso chino, más allá de simplificaciones. ¿Es inevitable la hegemonía de Pekín, o el futuro estará marcado por el equilibrio (¿o conflicto?) entre varias superpotencias? Las próximas secciones ofrecen claves para entender este complejo juego de poder del siglo XXI.

Dimensión económica: El gigante financiero ¿rumbo al nº1?

China es, sin lugar a dudas, una potencia económica colosal. En 2023 su PIB rondó los 20 billones de dólares, solo por detrás de los ~26,8 billones de la economía estadounidense​estrategiasdeinversion.com. Durante décadas, el crecimiento chino superó ampliamente al de las naciones occidentales, permitiéndole escalar posiciones hasta convertirse ya en la segunda economía mundial. La cuestión, como apuntan los analistas, no es si China superará económicamente a EE.UU., sino cuándo lo haráestrategiasdeinversion.comestrategiasdeinversion.com.

Las proyecciones han variado con el tiempo. Hubo épocas de euforia en las que se pronosticaba el “sorpasso” para antes de 2030. Sin embargo, factores recientes han moderado ese optimismo. Un informe de 2024 señalaba que, aunque la economía china mantiene una tendencia ascendente (con un crecimiento aún robusto, estimado en ~5% anual a medio plazo), su ritmo se ha ralentizado​estrategiasdeinversion.comestrategiasdeinversion.com. Por otro lado, Estados Unidos enfrenta riesgos de recesión y alta deuda, lo que podría acelerar el adelantamiento chino en caso de una crisis financiera estadounidense​estrategiasdeinversion.com. Según cálculos del Foro Económico Mundial y del Centro de Investigación Económica de Japón (JCER), China podría alzarse con el primer puesto económico en algún momento de la próxima década, quizás poco después de 2030​estrategiasdeinversion.com. De hecho, muchos expertos coinciden en que para 2049 –coincidiendo con el centenario de la República Popular– es prácticamente inevitable que China sea la mayor economía del planeta si continúan las tendencias actuales​estrategiasdeinversion.com.

Ahora bien, el camino no está libre de obstáculos. Recientemente, instituciones financieras internacionales han expresado mayor cautela. Por ejemplo, en 2024 el banco Citigroup revisó sus expectativas indicando que, si antes veía inevitable el ascenso de China al primer puesto, ahora solo lo considera “probable” y retrasa la fecha estimada hasta cerca de 2040eleconomista.es. Este cambio refleja las nuevas dificultades internas de China: tras décadas de crecimiento meteórico de doble dígito, la economía china muestra signos de fatiga estructural. El sector inmobiliario –motor tradicional de su expansión– atraviesa una crisis sin precedentes, con gigantes como Evergrande o Country Garden al borde del colapso. Las deudas acumuladas por gobiernos locales se han vuelto abrumadoras, limitando su capacidad de gasto​rand.org. La confianza del consumidor chino es frágil y la demanda global de sus exportaciones ya no crece al ritmo de antes, más aún cuando Occidente explora políticas industriales proteccionistas para reducir dependencias​rand.org.

En contraste, China conserva fortalezas económicas formidables. Sigue siendo la fábrica del mundo, liderando la manufactura global y exportando más bienes que cualquier otro país​rand.org. Incluso en sectores de alta tecnología su participación es creciente. La inversión masiva en industrias punteras –desde vehículos eléctricos hasta inteligencia artificial– está impulsando una “nueva economía” dentro de China​rand.org. La paradoja, como apunta el analista Gerard DiPippo, es que coexisten dos narrativas económicas: una de declive macroeconómico y otra de potencia emergente en innovación y tecnología, y ambas son ciertas a la vezrand.orgrand.org. Los sectores tradicionales (construcción, manufactura pesada, bienes raíces) frenan el PIB, mientras que los sectores emergentes aún no son lo suficientemente grandes para compensar esa ralentización general​rand.org.

Adicionalmente, el talón de Aquiles demográfico amenaza con mermar el dinamismo económico a largo plazo. Después de disfrutar del llamado “dividendo demográfico” (una población joven abundante) que alimentó su auge, China ha entrado en un declive poblacional. Su población tocó techo y comenzó a contraerse: en 2022 se registró la primera caída desde las hambrunas de 1961, y en 2023 volvió a descender, reduciéndose en unos 2,1 millones de habitantes para quedar en 1.409 millones​reuters.com. El desplome de la natalidad –con tasas de fertilidad bajísimas, en torno a 1,2 hijos por mujer– y el envejecimiento acelerado configuran una bomba de tiempo demográfica. India, por el contrario, sigue creciendo y en 2023 superó a China como país más poblado del mundo con aproximadamente 1.426 millones de personas​theguardian.com. Las proyecciones de la ONU sugieren que la población china podría descender casi un 10% en las próximas dos décadas y caer por debajo de 1.000 millones antes de que termine el siglotheguardian.com. Esto implica menos mano de obra joven, más gastos en pensiones y salud, y posibles dificultades para sostener el ritmo de crecimiento. Pekín ya enfrenta la pregunta de quién impulsará su economía en el futuro cuando falten trabajadores y haya decenas de millones de ancianos –fruto de la política del hijo único, que también dejó un desequilibrio de género con 32 millones más de hombres que de mujeres​theguardian.com–.

En síntesis, China tiene a su alcance convertirse en la mayor potencia económica, pero no sin lidiar con vientos en contra: una transición dolorosa de su modelo de crecimiento, desafíos demográficos sin precedentes, y el riesgo de caer en la “trampa de ingresos medios” si no logra innovar lo suficiente. Aun así, su tamaño de mercado, base industrial y ambición estatal la mantienen en la senda de rivalizar seriamente con EE.UU. por la primacía financiera en la próxima década. Las implicaciones geopolíticas de un “sorpasso” económico serían enormes: significaría que, por primera vez en unos 150 años, la economía más grande del mundo no sería occidental. ¿Pero el PIB lo es todo para gobernar el mundo? Veamos otras dimensiones cruciales.

Dimensión tecnológica: Carrera por la supremacía digital y científica

En el siglo XXI, liderar el mundo no se define solo en términos de PIB o tanques, sino también por la innovación tecnológica. Aquí, China está dando un salto cualitativo impresionante que ha sorprendido a muchos observadores. Durante mucho tiempo se la vio como la fábrica que ensamblaba dispositivos diseñados en Occidente; hoy, sin embargo, compite codo a codo en áreas de alta tecnología de vanguardia.

Un extenso estudio publicado en 2024 por el Australian Strategic Policy Institute (ASPI) reveló datos reveladores sobre la brecha de innovación entre China y EE.UU. Analizando 64 tecnologías críticas (desde inteligencia artificial e informática cuántica hasta robótica, energía, materiales avanzados, biotecnología y espacio), encontraron que China lidera actualmente en 57 de 64 campos tecnológicos clave, mientras que hace apenas dos décadas solo lideraba en 3 de ellos​aspi.org.au. Esta es una transformación asombrosa: en 2003-2007, Estados Unidos dominaba prácticamente todas esas áreas de investigación avanzada; pero en el periodo reciente 2019-2023, China adelantó a EE.UU. en la mayoría, producto de su inversión sostenida en I+D y su capacidad para ejecutar proyectos a largo plazoaspi.org.au. Si bien Estados Unidos mantiene ventaja en algunos terrenos (y en general conserva mayor calidad promedio en las investigaciones más citadas, así como en la aplicación militar de ciertas tecnologías), el mensaje es claro: China se ha convertido en un motor científico-tecnológico global de primer orden.

Veámoslo en ejemplos concretos. En el campo de la inteligencia artificial (IA), Pekín declaró abiertamente su ambición: en 2017 lanzó una hoja de ruta para dominar el desarrollo de la IA mundial para 2030time.com. Tal plan incluía hitos específicos, como lograr avances “icónicos” hacia 2020 y ponerse a la par de los líderes para 2025. No obstante, la revolución de la IA generativa en Occidente –con el debut sorpresivo de ChatGPT a fines de 2022– pilló a China con el pie cambiado​time.com. Además, una campaña regulatoria interna (Pekín emprendió una dura ofensiva contra sus propias bigtech en 2021-2022 por razones antimonopolio y de control político) y la censura sobre datos y contenido supuestamente sensible crearon un entorno menos propicio, al menos momentáneamente, para competir en ciertas aplicaciones de IA​time.com. Por si fuera poco, EE.UU. impuso en 2022 estrictos controles de exportación de semiconductores avanzados destinados a frenar el progreso chino en supercomputación e IA, privándole de los chips más punteros para entrenar algoritmos gigantes​time.com. Muchos analistas vieron esto como un golpe estratégico: sin acceso a los mejores chips de NVIDIA, por ejemplo, el objetivo chino de supremacía en IA “para 2030” se volvía incierto.

Sin embargo, China está respondiendo con rapidez y creatividad. Hacia finales de 2023 y principios de 2024, una ráfaga de lanzamientos tecnológicos desde China indicó que la brecha podría estar estrechándose de nuevo​time.com. En noviembre de 2024, empresas como Alibaba y la start-up DeepSeek presentaron modelos de IA generativa de alto nivel que, según mediciones independientes, rivalizaban en capacidades de razonamiento con modelos de OpenAI​time.com. La gigante Tencent también reveló un modelo propio (Hunyuan) cuyos resultados superaron a los de los mejores sistemas de código abierto occidentales en varios parámetros​time.com. Y justo al cierre de 2024, DeepSeek lanzó su versión 3, que logró posicionarse al tope de un influyente ranking en línea de IA abierta y “se defendía” incluso frente a los sistemas cerrados más avanzados de OpenAI y Anthropic​time.com. Todo esto indica que, a pesar de las restricciones, los científicos e ingenieros chinos siguen empujando los límites. Para sortear la falta de chips de última generación, han buscado optimizar software y algoritmos, usar arquitecturas alternativas e incluso desarrollar (con cierto éxito inicial) sus propios semiconductores de 7nm mediante ingenio y fabricación doméstica, aunque sea con equipamiento menos avanzado de lo ideal.

El 5G es otro ejemplo donde China tomó la delantera. Huawei, a pesar de sanciones, llegó a ser el proveedor principal de infraestructura 5G en decenas de países gracias a su combinación de tecnología y precio. Más de la mitad de las redes 5G comerciales operativas en el mundo utilizan equipamiento chino. La electromovilidad es otro rubro ilustrativo: China produce actualmente alrededor del 60% de las baterías de vehículos eléctricos del mundo​time.comtime.com, y sus fabricantes de autos eléctricos (como BYD) compiten ya internacionalmente, ofreciendo tecnología asequible que inquieta a la industria automotriz europea y americana. No es casualidad que la UE haya lanzado investigaciones anti-subsidios a los vehículos eléctricos chinos en 2023, temiendo una avalancha de importaciones baratas.

¿Por qué China ha logrado estos avances? Varias razones confluyen: inversión masiva (es el país que más invierte en I+D después de EE.UU., cerca de 2,4% de su PIB y subiendo), una visión estratégica estatal que apuesta por tecnologías clave (AI, cuántica, aeroespacial, energías limpias, etc.) y un ecosistema educacional que gradúa miles de ingenieros y doctores cada año en STEM. En campos como la exploración espacial, China ya dejó de ser un segundón: colocó un rover en la cara oculta de la Luna en 2019 (siendo el primer país en lograrlo), tiene su propia estación espacial plenamente operativa (Tiangong) y planea misiones a Marte e incluso la construcción de una base lunar internacional en los 2030s. Su programa de computación cuántica y comunicaciones seguras cuánticas lidera ciertos aspectos (lanzó el primer satélite cuántico, Micius).

No obstante, persisten brechas notables. En la industria de semiconductores más avanzados (chips de <5 nm), China aún depende críticamente de tecnología extranjera (equipos de litografía de ASML, o diseños de ARM, por ejemplo). Este es un flanco que EE.UU. y aliados han tratado de explotar, imponiendo vetos a la exportación de maquinaria litográfica de última generación a China y presionando para cortar el suministro de chips de alta gama. Asimismo, la “fuga de cerebros” y la desconfianza internacional en ciertas empresas chinas (por temas de seguridad o espionaje, como el caso Huawei) han puesto trabas a la colaboración global. Además, algunos argumentan que el entorno político autoritario puede frenar la innovación disruptiva a largo plazo –pues la ciencia florece con libertad de pensamiento y circulación de ideas, algo que el control del Partido Comunista limita–.

En resumen, en la carrera tecnológica China ha pasado de seguidor a contendiente serio por el liderazgo mundial. En áreas como energías renovables también exhibe su músculo innovador (actualmente es el mayor productor e instalador de paneles solares y turbinas eólicas, duplicando su capacidad solar en 2023​e360.yale.edu y habiendo alcanzado seis años antes de lo previsto su meta de capacidad renovable para 2030​time.com). Esta dualidad de ser el mayor emisor de CO₂ pero a la vez campeón de energía limpia la veremos más adelante en la sección ambiental. Por ahora, baste destacar que quien domine las tecnologías emergentes (IA, biotecnología, robótica avanzada, computación cuántica, etc.) tendrá una posición privilegiada para influir en el orden mundial. ¿Será China ese dominador? A día de hoy, lidera en la cantidad de investigación y en aplicaciones industriales de muchas tecnologías, pero enfrenta a un EE.UU. que no cede terreno fácilmente y que todavía atesora fortalezas (ecosistema de innovación más abierto, atracción de talento global, liderazgo en semiconductores clave, etc.).

Dimensión militar: Un dragón armado, ¿listo para la supremacía?

El poder militar ha sido históricamente un pilar de cualquier aspirante a hegemonía global. China, consciente de ello, lleva años transformando profundamente su Ejército Popular de Liberación (EPL) para ponerse a la par de las fuerzas armadas más avanzadas del mundo. ¿Qué tan cerca está de lograrlo?

Primero, los números brutos: China ya cuenta con el ejército permanente más grande del planeta en personal activo (aproximadamente 2 millones de efectivos) y con la armada más numerosa por cantidad de buques​wral.comvoanews.com. Según datos del Pentágono, la flota naval china superó en tamaño a la estadounidense en torno a 2020 y sigue creciendo; para 2025 podría alcanzar 400 barcos de guerra, frente a menos de 300 con que cuenta la US Navy​voanews.com. Esto incluye una rápida expansión de destructores modernos, fragatas, submarinos y la introducción de portaaviones de fabricación propia (ya tienen dos operativos y un tercero, más avanzado, en pruebas).

En cuanto al gasto militar, China ocupa cómodamente el segundo lugar mundial. En 2025 su presupuesto de defensa oficial supera los 200.000 millones de dólares, solo por detrás del colosal presupuesto de casi 1 billón de dólares de EE.UU.​galaxiamilitar.es. No obstante, ese monto chino equivale aproximadamente al 13% del gasto militar global, lejos del ~39-40% que representa Estados Unidos​galaxiamilitar.es. En relación a su PIB, el gasto chino se mantiene en torno al 1.7%, una fracción menor que la de potencias como Rusia, Arabia Saudita o incluso algunas europeas​galaxiamilitar.esgalaxiamilitar.es. Esto sugiere que China podría militarizarse aún más si lo quisiera, destinando más recursos a defensa, aunque por ahora prioriza el crecimiento económico y tecnológicamente eficiente. De hecho, en la última década (2013-2023) China aumentó su presupuesto militar en más del 50%, marcando una de las expansiones armamentistas más aceleradas en tiempos de paz​galaxiamilitar.es.

La modernización del EPL no es solo cuestión de gastar más, sino de reorganizar y tecnificar su fuerza. Desde 2015, el presidente Xi Jinping emprendió una reforma militar integral: recortó tropas terrestres redundantes, invirtió en misiles de alcance medio y largo (capaces de amenazar bases y portaaviones enemigos en el Pacífico), mejoró las fuerzas aéreas con cazas de quinta generación (J-20) e intensificó las capacidades en dominios nuevos como el espacio (creando una fuerza de apoyo estratégico) y el ciberespacio. El objetivo explícito de Xi es que para 2049 (centenario de la RPC), China disponga de un “ejército de clase mundial”armyupress.army.mil. Si bien Xi no detalla públicamente qué implica exactamente “clase mundial”, los analistas interpretan que significa equiparar (o superar) a las fuerzas de EE.UU. en capacidad de proyectar poder en cualquier parte del globo​armyupress.army.mil. Como hito intermedio, el EPL debe estar “básicamente modernizado” para 2035, incorporando tecnologías de guerra “inteligentizada” (IA, redes informáticas avanzadas, automatización)​armyupress.army.mil. Incluso se habla de un horizonte 2027 (centenario del EPL) en el que China querría tener las capacidades listas para una potencial operación compleja regional, como podría ser tomar Taiwán por la fuerza si fuera necesario​armyupress.army.milarmyupress.army.mil. Estos plazos imprimen urgencia a los planes militares chinos.

¿Qué tan poderosa es hoy China militarmente en comparación con EE.UU.? A pesar de los rápidos avances, sigue habiendo brechas importantes. En calidad y experiencia, las fuerzas estadounidenses mantienen ventaja: cuentan con 11 portaaviones nucleares operativos (China 2 convencionales, en aprendizaje), una red global de bases militares en todos los continentes (China hasta ahora solo tiene una base fuera de su territorio, en Yibuti, más un puerto en desarrollo en Camboya y quizás otra facilitada en Emiratos Árabes), y sobre todo una larga experiencia en operaciones de combate real reciente (desde la Guerra del Golfo hasta misiones en Oriente Medio). China, por su parte, no ha entrado en guerra desde 1979 (cuando tuvo un breve y conflictivo enfrentamiento fronterizo con Vietnam)​galaxiamilitar.es. Sus tropas carecen de experiencia en guerra real moderna, algo que no se puede comprar con dinero. Además, EE.UU. posee un arsenal nuclear mucho mayor (aprox. 5.500 ojivas desplegadas o almacenadas, frente a unas 400-600 que se estima tiene China actualmente) y sofisticados sistemas de mando y control global.

Sin embargo, en escenarios regionales Asia-Pacífico, la balanza de poder se ha equilibrado considerablemente. En su entorno inmediato –los mares adyacentes del sur y este de China–, Pekín ha acumulado capacidades “anti-acceso” (A2/AD) potentes: cientos de misiles balísticos y de crucero anti-buque que podrían complicar seriamente la intervención naval de EE.UU., defensas costeras integradas, y la mayor flota de barcos de guerra y guardacostas de la región​wral.comcnn.com. Según un informe citado por Galaxia Militar, China puede hoy “hundir toda la flota” de cualquier potencia que ingrese a su zona litoral gracias a su saturación de misiles de precisión​as.com. Esta afirmación puede ser exagerada, pero refleja la preocupación en los círculos de defensa occidentales. No es casualidad que EE.UU. refuerce alianzas como AUKUS (con el Reino Unido y Australia, para dotar a esta última de submarinos nucleares) o el Quad (con Japón, India y Australia) para contrapesar la influencia militar china en Indo-Pacífico. Japón y la India, vecinos de China, también están incrementando sus gastos militares en respuesta. Como apuntaba un comentarista, “en la región, salvo Corea del Norte, todos los demás países consideran a China su principal amenaza” y rearman en consecuencia​galaxiamilitar.es.

Otra dimensión a destacar es la doctrina y voluntad de uso. ¿Querría China “gobernar” el mundo por la fuerza? Hasta ahora, su postura oficial es que su auge es pacífico y que no busca hegemonía militar global. No tiene alianzas militares formales (al estilo de la OTAN que lidera EE.UU.), ni muestra interés en intervenir en conflictos lejanos con tropas (no invade países para cambiar regímenes, por ejemplo). Su énfasis ha sido más bien defensivo-regional, centrado en recuperar lo que considera territorios propios (Taiwán, controlar el Mar del Sur de China, disuadir la independencia tibetana, etc.) y en proteger sus crecientes intereses en ultramar (vía rutas comerciales, de ahí la base en África y escoltas antipiratería).

Dicho esto, la mera existencia de un poder militar chino equiparable al estadounidense cambiaría la dinámica global. A largo plazo, Pekín aspira a poder proyectar poder en cualquier lugar del mundo para “proteger los intereses chinos”, lo que eventualmente podría significar un EPL desplegado en América Latina, África o donde fuese, rivalizando con la presencia militar occidental. Ya participa más en misiones de paz de la ONU que antes y ha realizado ejercicios navales conjuntos con Rusia, Irán y otros, mostrando bandera lejos de casa.

En conclusión, China avanza hacia la paridad militar pero aún no la ha alcanzado. Sus logros cuantitativos son innegables y su planificación metódica indica que, de no mediar catástrofes, para mediados de este siglo podría tener unas fuerzas armadas del mismo calibre tecnológico que EE.UU. (en 2049, como se fijó Xi, un ejército “world-class” equivalente al de la superpotencia vigentearmyupress.army.mil). Pero “gobernar” militarmente el mundo requeriría algo más: una red de alianzas y bases globales que hoy China no tiene (y que tal vez no ambiciona en la misma forma tradicional), así como la disposición a involucrarse en conflictos internacionales, lo cual choca con su doctrina de no injerencia. En el equilibrio de poder duro, por ahora Estados Unidos mantiene una leve delantera global, si bien la brecha en Asia se acortó. La pregunta es si veremos un mundo bipolar (dos super-ejércitos disuadiéndose mutuamente) o un relevo donde China supere netamente a EE.UU. en poder militar. Lo primero parece más plausible en el futuro cercano.

Dimensión geopolítica: Influencia, alianzas y orden internacional en disputa

Más allá de la economía y las armas, “gobernar el mundo” implica establecer las reglas del juego global y atraer a otros países a tu órbita. Aquí es donde la competencia adquiere tintes geopolíticos y diplomáticos. ¿Está China reconfigurando el orden internacional a su favor? ¿Cómo reaccionan las demás potencias?

En las últimas décadas, Pekín lanzó iniciativas de enorme alcance para ganar influencia global, especialmente en el mundo en desarrollo. La más emblemática es la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), anunciada por Xi Jinping en 2013, que busca construir infraestructuras y corredores comerciales conectando Asia, Europa, África e incluso América Latina mediante puertos, ferrocarriles, carreteras, telecomunicaciones y más. En sus 10 primeros años, la BRI movilizó inversiones por más de un billón de dólares y más de 150 países se han adherido de algún modo (firmando unos 200 acuerdos de cooperación)​es.weforum.orges.weforum.org. Esta "Nueva Ruta de la Seda" ha financiado megaproyectos desde Pakistán hasta Kenia y Perú. A ojos de muchos países emergentes, China se ha presentado como un socio de desarrollo alternativo a Occidente: menos exigente políticamente (no suele atar préstamos a condiciones sobre democracia o derechos humanos) y capaz de ejecutar obras rápidas. Esto le ha granjeado buena voluntad y cercanía en regiones donde EE.UU. o Europa no siempre han estado tan presentes últimamente.

Sin embargo, la BRI también ha generado suspicacias y contratiempos. Varios proyectos han sobreendeudado a los países receptores, llevando a algunos analistas a denunciar una posible “trampa de deuda” china (acusación que Pekín niega)​es.weforum.org. Sri Lanka, por ejemplo, terminó cediendo el control del puerto de Hambantota a una empresa china con un arrendamiento de 99 años tras no poder pagar los préstamos. Casos así alimentan la narrativa de que China estaría buscando influjo estratégico disfrazado de inversión. De hecho, China se ha convertido en el mayor acreedor bilateral del mundo, con decenas de países debiéndole sumas importantes​es.weforum.org, lo cual ya le da poder de palanca en ciertas decisiones (renegociaciones de deuda, apoyos en foros internacionales, etc.). En respuesta a estas dinámicas, potencias occidentales han promovido iniciativas como el Build Back Better World del G7 o la Global Gateway de la UE, tratando de ofrecer alternativas de financiamiento a los países para no quedar bajo la sombra china, aunque estas han avanzado lentamente en comparación.

Otra herramienta geopolítica es la diplomacia multilateral. China pasó de ser un actor relativamente pasivo en organismos internacionales a ocupar cargos de liderazgo en algunos de ellos (por ejemplo, chinos encabezan actualmente agencias de la ONU como la FAO, la OACI de aviación civil, la UIT de telecomunicaciones, etc.). Pekín busca reformar ciertas reglas globales que percibe dominadas por Occidente, promoviendo conceptos como la “comunidad de destino compartido” y enfatizando la soberanía estatal por encima de intervenciones en temas internos (lo cual le sirve para desviar críticas sobre derechos humanos en Xinjiang o Hong Kong, por ejemplo). Asimismo, ha impulsado la creación de organismos alternativos: un banco de desarrollo propio (AIIB) como potencial competidor del Banco Mundial, la expansión del bloque de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, al que en 2024 decidieron invitar a otros países como Arabia Saudita, Irán, Argentina, Egipto, entre otros, ampliando su alcance), o la Organización de Cooperación de Shanghái en materia de seguridad regional. Estas plataformas le permiten a China tejer una red diplomática que trasciende el orden liderado por EE.UU.

No obstante, hay límites a la influencia de China. Por un lado, carece de aliados militares firmes (tiene socios estratégicos como Pakistán o Camboya, pero ninguna alianza de defensa mutua potente salvo quizá su cercanía creciente con Rusia). Por otro lado, su sistema político autoritario y su trato a minorías y disidentes generan desconfianza en muchas democracias. Varios países asiáticos (Japón, India, Vietnam, Australia, etc.) ven con recelo la asertividad china en disputas territoriales, lo que ha llevado a un alineamiento más estrecho con EE.UU. en contrapeso. En Europa, la guerra de Ucrania –y la percepción de que China respalda tácitamente a Rusia– enfrió mucho el ánimo hacia Pekín. Si hace unos años la UE hablaba de China como “socio estratégico” y mercado prometedor, ahora la define abiertamente también como “rival sistémico”. La estrategia europea pasó del “acoplamiento” comercial ilimitado a un enfoque de “de-risking” o reducción de dependencias críticas de China​china-briefing.com. Esto se ve, por ejemplo, en restricciones a inversiones chinas en sectores sensibles, controles a exportaciones de tecnología dual, o el veto de algunas redes 5G de Huawei en varios países europeos. La coordinación transatlántica en política hacia China se ha reforzado tras años de divergencias.

De hecho, podríamos estar encaminándonos a un mundo dividido en dos grandes esferas de influencia: una orbitando en torno a EE.UU. y sus aliados (Europa, Japón, Australia, etc.), y otra donde China sea primus inter pares junto a Rusia, Irán y otros regímenes afines. Una encuesta de 2023 del Atlantic Council reveló que 47% de más de 350 expertos internacionales consultados prevén que para 2035 el mundo estará mayormente dividido en bloques alineados con EE.UU. y con Chinaatlanticcouncil.org. En ese escenario, la mayoría asumía que China lideraría un bloque incluyendo a Rusia, Irán y Corea del Norte como aliados formales​atlanticcouncil.org. Esto sugiere que la percepción de una nueva “Guerra Fría” bipolar va ganando terreno. No obstante, cabe matizar que hoy China no tiene una ideología universalista que exportar (como sí tenía la URSS con el comunismo). Pekín ofrece más bien un modelo de éxito económico autoritario que puede ser inspirador para ciertos gobiernos, pero no es una misión ideológica global. Asimismo, su supuesto “bloque” es heterogéneo y basado más en intereses coyunturales comunes (contrapesar a EE.UU.) que en una unión sólida de valores; por ejemplo, China y Rusia cooperan por conveniencia, pero históricamente han sido rivales y mantienen cierta desconfianza mutua. Expertos señalan que la relación actual entre Beijing y Moscú es más una “entente” que una alianza genuina: comparten el deseo de debilitar la hegemonía occidental, pero China sigue necesitando estabilidad en el sistema internacional para prosperar económicamente, y no respaldaría incondicionalmente a Rusia en aventuras demasiado desestabilizadoras (como el uso de armas nucleares, etc.).

Por otro lado, muchos países medianos y pequeños preferirían no verse obligados a elegir bandos. En Asia, por ejemplo, las naciones del sudeste (ASEAN) tratan de mantener equilibrios entre la inversión china y la seguridad brindada por EE.UU. En Oriente Medio, China ha ganado influencia (mediando incluso un acuerdo entre Irán y Arabia Saudita en 2023), pero difícilmente reemplazará por completo el papel de EE.UU. en esa región a corto plazo. En África y América Latina, si bien las inversiones y comercio con China se dispararon, la presencia cultural y los lazos históricos con Occidente aún pesan bastante. Es posible que veamos un mundo multipolar, con China y EE.UU. como ejes principales pero con otros centros de poder (India, la Unión Europea, potencias regionales) jugando sus propias cartas.

Un factor crucial en la geopolítica actual es la coerción económica. China ha mostrado disposición a usar su peso comercial como arma diplomática: por ejemplo, imponiendo sanciones comerciales informales (boicots, restricciones) a países que la confrontan –lo hizo con Noruega tras el Nobel a Liu Xiaobo, con Filipinas durante disputas marítimas, con Australia tras pedir esta una investigación sobre el COVID–. Beijing espera que las naciones que dependen de su mercado “piensen dos veces” antes de tomar acciones contrarias a sus intereses. Como describió la analista Melanie Hart, China "está cada vez más dispuesta a cortar el flujo de bienes y capital para forzar sus demandas en otras áreas"​atlanticcouncil.org, usando el acceso a su enorme mercado como zanahoria o garrote. Esto ha llevado a muchas economías a tratar de diversificar sus cadenas de suministro y reducir vulnerabilidades frente a posibles represalias chinas​atlanticcouncil.org. La reciente iniciativa de EE.UU. llamada "Friendshoring" (trasladar fabricación a países amigos) y movimientos de empresas para reubicar producción de China a lugares como Vietnam, India o México responden en parte a esta lógica.

En síntesis, en el plano geopolítico China ha acumulado poder e influencia notables, pero encuentra límites significativos. Ha logrado que numerosos países se acerquen a ella por interés económico, pero no necesariamente por convicción ideológica o lealtad estratégica. Su desafío al orden liderado por EE.UU. ha provocado contrapesos: revitalización de alianzas occidentales y regionales anti-China. Es improbable que en un futuro cercano China “gobierne el mundo” diplomáticamente sin contestación; más bien, estamos viendo una pugna por la definición de las reglas globales. Si la hegemonía estadounidense posterior a 1990 marcó un orden unipolar liberal, la próxima era podría ser de competencia bipolar (democracias liberales vs. autocracias revisionistas) o multipolar fragmentada. En cualquier caso, China será un actor indispensable en la resolución de cualquier problema global, desde crisis económicas hasta negociaciones de paz, aunque solo sea por su peso. Su capacidad para convertir ese peso en liderazgo aceptado por otros es la verdadera prueba en juego.

Dimensión ambiental: El mayor contaminador convertido en líder climático (¿o no?)

Cualquier aspirante a liderazgo mundial hoy debe también lidiar con la crisis ambiental y climática, que es probablemente el desafío global definitorio del siglo XXI. En este ámbito, la posición de China es singular y en cierto modo ambivalente: es al mismo tiempo el mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo y uno de los principales inversionistas en soluciones verdes. ¿Héroe, villano o ambos? Veamos.

Comencemos por lo ineludible: China es el mayor responsable individual del cambio climático actual en términos de emisiones anuales. En 2023, generó alrededor del 31% de las emisiones globales de CO₂statista.com, más que EE.UU., la Unión Europea y la India combinados. Su uso masivo de carbón para energía eléctrica y en la industria pesada la ha llevado a lanzar a la atmósfera cifras récord de dióxido de carbono (más de 12 gigatoneladas al año​iea.org). No solo eso: también es líder en emisiones de otros contaminantes atmosféricos y plásticos que impactan ecosistemas. Este hecho ha hecho que China sea vista frecuentemente como el “gran contaminador” en cumbres climáticas, recibiendo presión internacional para que reduzca su huella.

China, sin embargo, argumenta que sus emisiones per cápita siguen siendo inferiores a las de países desarrollados (lo cual es cierto, un ciudadano chino promedio emite menos CO₂ que uno estadounidense, aunque ya superan a la media europea) y recuerda que acumulativamente desde la Revolución Industrial, Occidente ha contribuido más al CO₂ acumulado en la atmósfera. Aun así, Pekín ha ido asumiendo mayor responsabilidad. En 2020 anunció ambiciosas metas: alcanzar su pico de emisiones antes de 2030 y lograr la neutralidad de carbono en 2060time.com. Son objetivos desafiantes dados sus niveles actuales y el hecho de que China todavía está desarrollándose en varios aspectos (su PIB per cápita es una fracción del occidental). Para lograrlo, ha emprendido una transformación energética monumental.

En los últimos años, China se ha convertido en el campeón mundial de las energías renovables. Instaló en 2022 y 2023 tanta capacidad nueva de energía solar como el resto del mundo combinado​e360.yale.edu, y batió récords en capacidad eólica añadida. En 2024, por ejemplo, dos tercios de toda la inversión global en transición energética provinieron de Chinatime.com. El país duplicó su capacidad renovable mucho antes de lo previsto, alcanzando con seis años de antelación la meta que se había fijado para 2030​time.com. Actualmente, alrededor del 31% de su electricidad ya viene de fuentes libres de carbono (solar, eólica, hidráulica, nuclear)​time.com, porcentaje que crece rápidamente. Se espera incluso que para 2026 la energía solar superará al carbón como principal fuente de generación eléctrica en Chinatime.com, algo impensable hace una década. Esta transición no solo es interna: a través de la Franja y Ruta, China empezó a financiar más proyectos de energía limpia en países socios, después de años de financiar también plantas de carbón (ha prometido dejar de construir centrales de carbón en el extranjero). Además, domina la cadena de suministro verde: produce la mayoría de paneles solares del mundo, es el mayor fabricante de turbinas eólicas y refina gran parte de los minerales críticos (litio, cobalto, etc.) necesarios para baterías y renovables.

¿Por qué entonces la huella de carbono china sigue aumentando (aunque más lentamente)? El problema es que la demanda energética total de China ha crecido tan rápido que, pese al boom renovable, también sigue expandiendo algunas fuentes fósiles. En particular, la adicción al carbón es difícil de romper. Irónicamente, 2023 y 2024 vieron un resurgimiento: ante temores de escasez eléctrica, China aprobó nuevas plantas de carbón a un ritmo récord de los últimos años (solo en 2024 se aprobaron 66,7 GW de capacidad carbonera adicional, equivalente a decenas de centrales)​time.com. Muchas provincias chinas dependen del carbón no solo por energía sino por empleos locales y por seguridad energética (abundante y propio). Así, China construye al mismo tiempo paneles solares y chimeneas de carbón. Esto llevó a que sus emisiones crecieran ligeramente (0,8%) en 2024 a pesar de las inversiones verdes​time.com. Pekín enfrenta un delicado equilibrio entre descarbonizar y mantener crecimiento. En sus planes, esperan reducir el uso de carbón gradualmente después de 2025, pero en el corto plazo aún lo aumentan para garantizar estabilidad de suministro​time.com. Esta contradicción hace dudar a algunos de su compromiso, aunque otros señalan que una vez China se vuelca a una meta (como lo hizo con las renovables), puede sorprender por la rapidez del cambio.

Desde el punto de vista del liderazgo global, la cuestión climática puede ser un área donde China busque mayor protagonismo positivo. Pekín se ha presentado como defensor del Acuerdo de París tras la salida de EE.UU. (en tiempos de Trump). Ha hecho alianzas con la UE para avanzar en financiamiento climático. Incluso promueve a nivel retórico una “civilización ecológica”. Pero su credibilidad aún está en juego mientras siga construyendo plantas de carbón a gran escala.

También están los problemas ambientales domésticos: contaminación del aire en ciudades (el smog severo llevó a fuertes políticas de control desde 2013, con mejoras notables en la calidad del aire recientemente), contaminación de ríos y suelos, y retos de seguridad hídrica. El propio éxito económico chino genera tensiones ambientales: industrias contaminantes, uso intensivo de fertilizantes, etc. El gobierno central reconoce que el modelo debe volverse sostenible para evitar catástrofes (desertificación, inundaciones –como las severas en Henan 2021–, etc. agravadas por el cambio climático).

En resumen, China tendrá un rol determinante en si el mundo logra o no frenar el calentamiento global. Si cumple sus compromisos y continúa liderando la bajada de costes de la tecnología limpia (ya abarató solar y baterías a niveles impensados gracias a economías de escala), puede ser recordada como un artífice de la solución. Si por el contrario prioriza crecer quemando carbón unos años más sin control, podría “quemar” también su aspiración de liderazgo moral en este tema. Por ahora, la narrativa es dual: el dragón contaminante que se vuelve guardián verde. La realidad es que sin China es casi imposible mantener la temperatura global a raya, de ahí que la presión diplomática y civil recaiga sobre sus políticas ambientales. Para “gobernar el mundo” de forma legítima, deberá demostrar que puede crecer de forma limpia y ayudar a otros a hacerlo.

Dimensión cultural: El poder blando chino y la batalla por los corazones

Por último, pero no menos importante, está la dimensión cultural y del “poder blando”. Gobernar el mundo no es solo que te teman o dependan de ti, sino también que te admiren o acepten tu liderazgo. ¿Logra China encantar al mundo con su cultura, valores o modelo?

Tradicionalmente, el poder blando de China fue limitado fuera de su esfera asiática inmediata. La cultura popular global en el último siglo ha estado dominada por Occidente (Hollywood, música pop, moda, internet, etc.), mientras que China permaneció relativamente cerrada. Sin embargo, con su ascenso, Pekín ha invertido en proyectar una imagen atractiva y en contar su historia. Ejemplos de sus iniciativas incluyen: la apertura de cientos de Institutos Confucio por el mundo para enseñar chino y difundir cultura; la expansión de sus medios estatales (CGTN en televisión, Radio China Internacional, agencias de noticias Xinhua) con emisiones multilingües; la organización de megaeventos vistosos (Juegos Olímpicos de Pekín 2008, Exposición Universal de Shanghái 2010, Juegos de Invierno 2022) que mostraron al mundo su cara moderna; y la promoción del turismo e intercambios estudiantiles (muchos estudiantes de países en desarrollo reciben becas para formarse en universidades chinas).

Estos esfuerzos han tenido resultados mixtos. Por un lado, China ha escalado en rankings de poder blando. Un índice global reciente situó a China ya en el 2º lugar mundial en poder blando en 2025, solo detrás de EE.UU. y adelantando al Reino Unido​brandfinance.com. Este índice destacaba la mejora de China en atributos como cultura y patrimonio (su rica civilización milenaria, gastronomía apreciada, artes marciales, etc., que le valieron el 7º lugar en ese pilar) y en comunicación e imagen internacionalbrandfinance.combrandfinance.com. Asimismo, el público global reconoce logros chinos en educación y ciencia. China atrae a miles de estudiantes extranjeros con sus universidades en ascenso y es vista como líder en innovación verde, lo cual también suma a su reputación​brandfinance.com. En el terreno comercial, marcas chinas como TikTok, Huawei, Xiaomi, Alibaba o Shein se han vuelto populares o al menos conocidas mundialmente, lo cual indirectamente difunde influencia (por ejemplo, TikTok tiene un impacto enorme en la cultura juvenil global, aunque la plataforma en sí no hace propaganda estatal, su origen chino genera debates sobre influencia y datos).

Por otro lado, la imagen de China enfrenta serios problemas en muchas sociedades. Encuestas globales muestran que las opiniones desfavorables hacia China se han incrementado en la última década, especialmente en países democráticos. Un amplio sondeo de Pew Research de 2023 en 24 países indicó que el 67% de los adultos tenía una visión negativa de China, contra solo 28% favorablevoanews.com. En economías avanzadas esas cifras rozan máximos históricos de negatividad, con Japón, Suecia, Australia o Estados Unidos registrando 70-80% de opiniones desfavorables. Las razones que citan las personas para desconfiar van desde el autoritarismo del régimen (y su violación de derechos humanos, p. ej. la represión de uigures en Xinjiang o de activistas en Hong Kong)​voanews.com, hasta percibir a China como amenaza económica y estratégica para sus países. La gestión inicial del COVID-19 y la opacidad alrededor de la pandemia también dañaron su imagen en 2020 en muchos lugares​voanews.com. En resumen, en buena parte de Occidente, China no goza de simpatía popular; al contrario, hay temor (incluso exagerado a veces) sobre sus intenciones. En Asia-Pacífico la opinión pública está dividida: naciones con disputas directas tienden a verla mal (Japón, India, Vietnam), mientras otras con lazos comerciales fuertes pueden verla más positivamente (Pakistán, Indonesia, algunos países africanos y de Oriente Medio suelen tener visiones más neutrales o favorables debido a la cooperación económica).

Esto sugiere que, aunque China está tratando de construir poder blando, enfrenta el obstáculo de su propio poder duro: sus acciones coercitivas y su sistema político generan recelo. Como dijo un analista, “hay una brecha entre las metas declaradas de China y sus acciones reales”​voanews.com –por ejemplo, se presenta como pacificador pero mantiene posturas agresivas en disputas territoriales; promueve cooperación pero a veces asfixia económicamente a sus críticos. Esta brecha mina su credibilidad.

Además, la barrera del idioma y las diferencias culturales han hecho que las producciones culturales chinas tengan alcance limitado en el mainstream global. Pocos filmes chinos han tenido éxito masivo fuera (aunque destacan excepciones como Tigre y Dragón o las obras de Zhang Yimou), la música pop china no ha penetrado Occidente (a diferencia del fenómeno K-Pop coreano, por ejemplo), y en general la narrativa mediática global sigue dominada por voces anglosajonas. China aún está aprendiendo a “contar su historia” de modo convincente fuera de la propaganda. Plataformas digitales chinas (WeChat, Weibo) son importantes pero mayormente dentro de su ecosistema; globalmente dominan más las estadounidenses (Facebook, Twitter, etc.), lo que dificulta que el relato chino llegue sin filtros. Incluso ha habido reacciones adversas a lo que se percibe como propaganda: los Institutos Confucio han sido cerrados en algunos países por sospechas de espionaje o injerencia ideológica, y se ha acusado a medios chinos de desinformación en ciertos casos.

No obstante, el atractivo del modelo chino sí cala en ciertos segmentos: líderes de países autoritarios ven en China un ejemplo de desarrollo sin democracia; muchos estudiantes y profesionales del mundo en desarrollo ven oportunidades en China; y la diáspora china alrededor del mundo (cerca de 50 millones de personas) también difunde elementos culturales (cocina, festividades como el Año Nuevo Lunar, etc.) que se han normalizado internacionalmente.

Un área emergente del soft power chino es la diplomacia sanitaria y científica. Tras la pandemia, China envió vacunas y suministros a muchos países (lo que llamó "ruta de la seda sanitaria"). También su exploración espacial y logros tecnológicos le dan prestigio. Sin embargo, en ese mismo periodo su imagen se resintió por la percepción inicial de mal manejo del virus y la opacidad informativa.

En suma, China aún no ha ganado la “batalla de los corazones y las mentes” global. Para gobernar el mundo en el sentido pleno, no basta con ser poderoso; hay que ser legítimo ante los ojos de otros. Y en esa dimensión intangible, Estados Unidos y Occidente llevan ventaja gracias a décadas de hegemonía cultural. El sueño americano aún tiene más magnetismo que el sueño chino, al menos para muchos. Esto podría cambiar con el tiempo, o China podría contentarse con el respeto (aunque sea por temor o interés) más que con el cariño. En cualquier caso, la capacidad de China de establecer narrativas atractivas y alianzas de valores será un factor determinante de hasta dónde llega su liderazgo global.

Desafíos y debilidades: Los frenos en el camino de China

A lo largo de las dimensiones anteriores, ya han aflorado varios desafíos internos que dificultan el ascenso incontestable de China. Conviene resumirlos y ver cómo podrían limitar la posibilidad de que China “gobierne” el mundo:

Desafío económico interno: El modelo chino está en transición. Del crecimiento basado en inversión desmedida y exportaciones baratas, intenta pasar a uno sostenido por consumo interno e innovación. Esta transición es complicada: la deuda (pública y privada) es altísima (algunos estimados la sitúan por encima del 280% del PIB sumando todos los sectores​ (carnegieendowment.org) y riesgos como burbujas inmobiliarias amenazan la estabilidad. Un estancamiento prolongado al estilo Japón (crecimiento bajo, deflación, población envejeciendo) es una posibilidad que haría a China menos asertiva globalmente por enfocarse en problemas domésticos. La gestión económica de Xi ha priorizado el control político incluso a costa de enfriar la iniciativa privada (ej: control a los gigantes tech, promoción de empresas estatales), lo cual algunos creen que puede mermar la creatividad económica a largo plazo.

  • Desafío demográfico y social: La mencionada crisis de natalidad y envejecimiento acelerado podría “envejecer a China antes de que se enriquezca”. Además, existe malestar social latente por desigualdades: el milagro chino sacó a cientos de millones de la pobreza, pero creó una brecha urbano-rural grande y una clase media exigente. Desempleo juvenil elevado (alcanzó registros superiores al 20% en 2023, antes de que el gobierno dejara de publicar esa estadística incómoda), costes de vivienda altísimos en ciudades, y falta de libertad personal generan tensiones. Si bien el régimen controla férreamente la disidencia, protestas puntuales (como las de la "hoja en blanco" contra las medidas COVID en 2022) muestran que hay frustraciones que podrían reaparecer. Un liderazgo global requeriría estabilidad interna; crisis políticas dentro restarían foco y confianza hacia fuera.
  • Desafío político-institucional: La China de Xi Jinping se ha vuelto más personalista y autoritaria que en décadas previas. Xi abolió límites de mandato y se perfila para gobernar de por vida, concentrando poder. Si bien eso asegura continuidad en sus proyectos estratégicos, también reduce la flexibilidad y la capacidad de autocrítica del sistema. La toma de decisiones muy centralizada podría llevar a errores estratégicos (nadie en el círculo íntimo se atrevería a contradecir al líder). Además, la represión de libertades (vigilancia masiva, censura de internet, detención de críticos) mejora el control interno pero a costa de debilitar su atractivo externo y quizás la innovación a largo plazo. En la arena internacional, países democráticos encuentran difícil aliarse estrechamente con un régimen percibido como represivo –los valores cuentan–, limitando las coaliciones pro-China.
  • Resistencias geopolíticas activas: Como vimos, muchas naciones están ya tomando acciones para equilibrar la influencia china: acuerdos militares (AUKUS, Quad), reubicación de inversiones, creación de estándares alternativos (por ejemplo, la UE propone regulaciones en comercio y tecnología que siembran estándares globales distintos a los chinos en privacidad, IA ética, etc.). Estados Unidos ha dejado clara su doctrina de competir vigorosamente con China en todos los frentes (comercial, tecnológico, diplomático). La rivalidad puede incluso intensificarse si se entra en una mentalidad de suma cero. Por ende, cualquier paso que dé China hacia mayor liderazgo encontrará contramedidas.
  • Puntos calientes y posibles crisis: Existen situaciones que podrían descarrilar la trayectoria pacífica de China. La principal es Taiwán: si Pekín decidiera usar la fuerza para reincorporar la isla, ello desencadenaría muy probablemente un conflicto con EE.UU. y aliados, desestabilizando el mundo (además de eventuales sanciones devastadoras para la economía china). Por ahora China prefiere la presión gradual a invadir, pero ha fijado que no descartará métodos contundentes si ve la independencia formal de Taiwán cerca. Otro foco es el Mar del Sur de China, donde la tensión con Filipinas, Vietnam y Malasia por islas y recursos puede generar choques. O incluso una disputa fronteriza con India en el Himalaya, que enfrente a las dos potencias asiáticas. Cualquiera de estas crisis podría frenar las ambiciones globales de China, al obligarla a volcarse a un frente bélico y aislarla diplomáticamente.
  • Dependencias críticas: Aunque China busca la autosuficiencia (la estrategia de “circulación dual” de Xi promueve depender menos de insumos extranjeros), aún depende en ciertos campos de tecnologías o insumos de otros: semiconductores de altísima gama (de EE.UU., Taiwán, Países Bajos), motores de aviación avanzados (de Occidente o Rusia), importaciones de energía (petróleo del Golfo, gas de Rusia) y alimentos (soja de Brasil/EE.UU., por ejemplo). Un liderazgo mundial requiere robustez; China aún podría ser vulnerada si estas arterias se cortan. Ya vimos cómo la restricción de chips de EE.UU. supuso un bache. También su elevada deuda externa en proyectos BRI podría volverse en su contra si muchos países no pagan, generando pérdidas a sus bancos.
  • Imagen y narrativas adversas: Por último, la persistente percepción negativa de China en muchos lugares actúa como lastre a su legitimidad. Países pueden cooperar con Pekín por interés, pero a la vez restringir su influencia puertas adentro por presión pública. Si China no logra revertir la narrativa (por ejemplo, demostrando que puede liderar en bienes públicos globales como la lucha climática, o mediando efectivamente en conflictos internacionales de manera imparcial), seguirá habiendo un techo para su aceptación como líder mundial indiscutido.

En resumen, China no es invencible ni omnipotente. Tiene puntos vulnerables que, si no maneja adecuadamente, podrían frenar en seco su ascenso o incluso provocar retrocesos. Ningún imperio es inevitable: la historia está llena de potencias emergentes que se estancaron por factores internos o choques externos. Aún es posible que China caiga en la “trampa de Tucídides” (guerra hegemónica con EE.UU.) y eso trunque su camino, o que se encierre en sí misma gestionando problemas internos y abandone ambiciones globales. También podría adaptarse y superar esos retos –no hay que subestimar su capacidad de ajuste–. En cualquier caso, estos frenos significan que la pregunta "¿gobernará China el mundo?" no tiene una respuesta lineal ni inequívoca. Depende de cómo China navegue por aguas llenas de dragones (metafórica y literalmente).

Escenarios futuros: ¿Hegemonía china, bipolaridad o equilibrio multipolar?

Llegados a este punto, conviene integrar lo analizado en posibles escenarios del futuro cercano (próximas uno o dos décadas) respecto al rol de China en el mundo. No se trata de predicciones firmes sino de ilustrar distintos rumbos con probabilidades variables, según valoran expertos:

  • Escenario 1: Hegemonía global de China (baja probabilidad en futuro cercano). En esta hipotética trayectoria, China sortearía con éxito sus desafíos, su economía se convertiría en la mayor sin discusión hacia 2030-2035 y seguiría creciendo más rápido que Occidente, su tecnología dominaría estándares globales (por ejemplo, imponiendo su 6G, sus plataformas digitales, su moneda digital), EE.UU. caería en crisis internas y retraimiento internacional, y muchos países se realinearían hacia Pekín. China podría liderar un nuevo orden internacional, quizás con instituciones renovadas más acordes a sus visiones, y proyectar poder sin encontrar contrapesos efectivos. ¿Es verosímil? La mayoría de analistas creen que no en el corto plazo: si bien China va camino a ser número 1 económica, traducir eso en hegemonía política universal es complejo. Además, la resistencia de EE.UU. y aliados dificulta un sorpasso total. Aún así, algunos futuristas no lo descartan a más largo plazo, si Occidente se fragmenta y China logra exportar un modelo exitoso. Un “mundo sino-céntrico” podría ver a Asia como centro económico-político, con el yuan como moneda influyente y el idioma chino ganando prominencia. Cabe destacar que incluso bajo hegemonía, China probablemente no “gobernaría” al estilo imperialista tradicional, sino más bien establecería una especie de condominio donde sus intereses primen en grandes decisiones y regiones clave (por ejemplo, Asia Oriental sería casi su feudo)​carnegieendowment.org. Este escenario se asemejaría a un G-2 desbalanceado con EE.UU. relegado.
  • Escenario 2: Bipolaridad tensa (muy plausible). Aquí el mundo básicamente se dividiría en dos esferas lideradas por EE.UU. y China, sin que ninguno logre imponerse totalmente sobre el otro. Sería una nueva Guerra Fría, pero con profundas interdependencias económicas (lo que algunos llaman Cool War, guerra fría pero “enfriada” por los negocios). En este escenario para 2035, como anticipó la encuesta mencionada, veríamos bloques rivales: por un lado China con un eje autoritario (Rusia, Irán, Corea Norte, tal vez Pakistán, varios países africanos bajo su influencia económica) y por otro EE.UU. con democracias de Europa y Asia-Pacífico ​atlanticcouncil.org. La cooperación global se reduciría; instituciones como la ONU se paralizarían por vetos cruzados; el comercio se regionalizaría (cadena de suministro pro-EE.UU. vs cadenas pro-China). Podría haber una carrera armamentista acentuada y conflictos indirectos en terceros países (proxy wars tecnológicas o económicas). En tal mundo, China sería co-gendarme del orden en su mitad, pero no “gobernaría el mundo” completo, sino su mundo. Este es un escenario que muchos ven como bastante probable, y de hecho ya asoma en la formación de alianzas y contra-alianzas. Un riesgo dentro de este escenario es que la desconfianza mutua pueda degenerar en un error de cálculo y guerra abierta (por ejemplo, por Taiwán). De hecho, la consulta de Business Insider/PAX Sapiens a 25 expertos sobre la relación USA-China hacia 2035 produjo cuatro escenarios plausibles y ninguno era optimista: incluían desde una guerra total, hasta bloques estancos o un divorcio cooperativo mínimo​businessinsider.combusinessinsider.com. Es decir, la bipolaridad vendría acompañada de rivalidad continua, más que de coexistencia armónica.
  • Escenario 3: Equilibrio multipolar y competencia gestionada (plausible). En este futuro, ni China ni EE.UU. logran dominación absoluta, sino que emergen varios polos: quizá un bloque occidental renovado (EE.UU.-UE-Japón), un eje sino-ruso, una India pujante como tercer gran actor autónomo, y otros poderes regionales (Brasil, bloques africanos, etc.) que juegan con más margen. La diferencia con el escenario bipolar es que aquí habría más difusión de poder, lo cual podría forzar compromisos y gobernanza compartida en ciertos temas globales. Por ejemplo, podría surgir una especie de “Concert” de potencias (al estilo del Concierto de Europa del siglo XIX) donde China es una de las voces principales, pero no la única. Algunos en la comunidad estratégica abogan por este resultado: coexistencia competitiva pero estable. Un informe del Carnegie Endowment habla de buscar una “visión realista de co-existencia” entre Washington y Beijing que evite la catástrofe​ carnegieendowment.org​ . Eso implicaría acuerdos para limitar la competencia en ciertas áreas (p.ej., control de armas avanzadas, protocolos en ciberseguridad) y cooperar en problemas comunes (clima, pandemias) a pesar de la rivalidad en otros campos. En tal escenario, China sería uno de los líderes globales, quizá el económico, pero no un hegemón único, y las reglas serían negociadas entre varios centros de poder. Es un mundo más complejo pero quizá más seguro que la bipolaridad rígida. La probabilidad de este escenario dependerá de la habilidad diplomática de todos los jugadores. Requeriría, en suma, que EE.UU. acepte algo de espacio para China y que China modere sus ambiciones de primacía, en pro de evitar la confrontación destructiva. Si ambas potencias “tocan techo” en su antagonismo, podrían acomodarse mutuamente de forma pragmática.
  • Escenario 4: Estancamiento o declive de China (posible, pero incierto). No se puede descartar que China se vea golpeada por crisis internas (económicas, sociales) que la fuercen a volcarse hacia adentro. En este caso, su rol internacional podría incluso menguar. Podríamos ver un China más aislacionista, o con menor crecimiento que limite su gasto militar y proyección. Otros actores llenarían los vacíos de liderazgo que deje. Este escenario algunos lo comparan con Japón post-1990 (gran potencia económica que se estancó y perdió influencia relativa). ¿Qué podría provocarlo? Quizá una crisis financiera sistémica por la deuda, o una revuelta social improbable pero no imposible, o una derrota humillante en un conflicto que socave al Partido Comunista. La probabilidad de un colapso abrupto se considera baja por ahora –el PCCh tiene férreo control–, pero un estancamiento prolongado sí está en discusiones. Incluso sin drama, si la economía china crece a solo 2-3% anual tras 2030, su capacidad de asombrar al mundo se difuminaría, y la narrativa cambiante podría ser la de "el gigante que envejeció y perdió fuelle". En tal caso, el mundo tal vez revertiría parcialmente las expectativas y mantendría a EE.UU. como líder principal por más tiempo, con India emergiendo luego.
  • Escenario 5: Confrontación catastrófica (esperemos que muy baja probabilidad). El peor caso sería una guerra directa entre China y EE.UU. (y aliados). Podría iniciarse por Taiwán, o en el Mar del Sur de China, o Corea. Dado que ambas son potencias nucleares (China con arsenal menor pero en aumento), el riesgo existencial es enorme. Un conflicto convencional ya sería devastador económicamente a nivel mundial (imagine una guerra que involucre más del 40% del PIB global entre las partes, rompería la globalización en pedazos). Muchos expertos temen esta posibilidad: en la encuesta del Atlantic Council, 40% veía probable una guerra mundial antes de 2035 y casi dos tercios de ellos creían que implicaría a China y EE.UU. con aliados​atlanticcouncil.org. Una guerra podría terminar con cualquiera debilitado o, en el peor de los casos, con una destrucción mutual tan grande que la pregunta de “quién gobierna el mundo” quedaría trivial ante la reconstrucción post-catástrofe. Este escenario es el menos deseable y precisamente por ello potencias prudentes tratarán de evitarlo a toda costa.

En la mayoría de evaluaciones recientes de think tanks, el escenario más esperado para los próximos 10-20 años es una creciente competencia China-EE.UU. que no llega a guerra abierta pero que polariza al mundo en bloques atlanticcouncil.org. O sea, algo entre el escenario 2 y 3: bipolaridad parcial con multipolaridad en áreas. Para que China “gobernase el mundo” plenamente, tendría que ocurrir algo dramático como un repliegue de EE.UU. en sí mismo (no imposible si el aislacionismo político gana fuerza allá) combinado con un éxito rotundo chino. Pero al contrario, para un dominio occidental permanente, China tendría que fracasar internamente. Lo más probable es una situación intermedia y dinámica: China liderará en algunas cosas, no en otras, y su relación con el resto estará marcada por tanto cooperación como rivalidad.

Conclusión: ¿Hacia un siglo chino o un mundo compartido?

Después de este recorrido integral, estamos en posición de responder: ¿Qué tan cierto es que China podría gobernar el mundo en un futuro cercano? La respuesta breve sería: China está en camino de ser una superpotencia sin la cual nada se decide, pero es poco probable que “gobierne” el mundo en solitario o sin contrapesos en las próximas décadas.

China ya es líder en varios sentidos: es el mayor motor de crecimiento económico, un innovador tecnológico puntero, un actor militar temido en su región, y un socio indispensable en el comercio y la financiación global. Su influencia alcanza cada rincón –desde una mina de cobre en Perú hasta una antena de 5G en Nairobi–. En ese sentido, China ya “gobierna” parte de la narrativa global, porque cualquiera que piense en el futuro del mundo tiene que pensar en China.

Sin embargo, la noción de un dominio chino incuestionable choca con los múltiples frenos analizados: rivales estratégicos determinados a no ceder, desafíos internos formidables y una falta de atractivo universal de su modelo. Es muy probable que el orden internacional del siglo XXI no sea una réplica del siglo XX (dominado primero por EE.UU. vs URSS, luego por EE.UU. solo). En cambio, podríamos ver algo más polifónico, donde China es protagonista, pero no la única voz solista.

El tono provocador nos invita a reflexionar: ¿y si la pregunta misma está mal planteada? Quizá no se trate de quién gobierna el mundo, sino de cómo gobernamos juntos un mundo interconectado. En desafíos como la crisis climática, las pandemias o la estabilidad financiera, China y Occidente deben cooperar de algún modo, pues el fracaso conjunto nos hundiría a todos. Esto requiere acomodar intereses y encontrar equilibrio entre competencia y colaboración. De lograr eso, la narrativa cambiaría de una pugna por hegemonía a un esfuerzo de co-liderazgo responsable.

Desde luego, todavía hay mucho de incertidumbre. China tiene una fuerte convicción en su propio “rejuvenecimiento” y cree que Oriente retomará el sitial central que le corresponde históricamente. Occidente, por su parte, no renunciará fácilmente a sus privilegios y confía en sus valores democráticos como superior fundamento de legitimidad. Esa tensión definirá la geopolítica venidera.

En conclusión, China podría llegar a ser la nación más poderosa económicamente en el futuro cercano y una de las dos potencias militares y tecnológicas top, pero “gobernar el mundo” implica un nivel de supremacía y aceptación que China aún no posee y que difícilmente alcance sin transformaciones profundas tanto en el sistema internacional como en sí misma. Más probable es que entremos en una etapa donde China co-gobierne o dispute la gobernanza global, empujando hacia un nuevo equilibrio de poder.

El final de este juego no está escrito. Entender a China, con sus éxitos y contradicciones, será uno de los grandes desafíos (y obligaciones) del siglo XXI​vision.org. Como dicta un proverbio chino, "cuando soplan vientos de cambio, algunos construyen muros, otros molinos". El viento del ascenso chino sigue soplando; el mundo decidirá si lo aprovecha para generar prosperidad compartida o levanta muros que nos dividan en bloques estancos. En ese dilema se juega nuestro futuro común.

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