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En un intento desesperado por controlar la cotización del billete verde, el Banco Central acaba de subir la tasa de interés de plazos fijos en pesos,  a 30 días, de 39% a 41,5%. Sólo para personas humanas. No vale para empresas. Representa un rendimiento del 50,4% de tasa efectiva anual (TEA).  Es su segunda suba de tasas de interés en lo que va del año.

También determinó que para el resto de los depositantes del sistema financiero la tasa mínima garantizada se establece en 39,5%, lo que representa una TEA de 47,5%. Con los cambios, la tasa real de retorno mensual que tendrán los plazos fijos será del 3,5%, un nivel cercano a la tasa de inflación que del 3,9% que relevó el Indec para enero.

La cuestión es que muchos ahorristas se preguntan si ahora conviene poner sus pesos en un plazo fijo para obtener buena renta o, al menos, cubrir la inflación.

Los plazos fijos tradicionales suelen hacerse por 30, 60, 90, 180 o 365 días, aunque pueden hacerse en casi cualquier cantidad de tiempo por arriba del mínimo (que suele ser 30 días).

Estos plazos fijos pueden hacerse tanto en pesos como en dólares. Se puede realizar la inversión en la sucursal del banco, en un cajero automático o mediante home banking.

Si bien este nuevo movimiento de tasa es de alguna manera,  un incentivo para el ahorrista, aún falta para que sea realmente positivo. Los argentinos sientan que no basta con salvar la inflación para elegir plazos fijos en pesos, en lugar de acovachar dólares. Faltaría seducir al ahorrista con rentabilidad, o sea, tasas de interés que superen los índices de inflación.  Eso no estaría sucediendo todavía.

Una opción, tenue, para que se dé este razonamiento, es usar el interés compuesto en los plazos fijos tradicionales, o sea, renovarlos incluyendo el interés ganado.

Actualmente ya existe un producto que le gana a inflación, que es el plazo fijo UVA (instrumento que ajusta por inflación más 1%). En ese sentido,  lo que se necesita para que la gente vuelva a ahorrar en pesos es anclar las expectativas sobre posibles futuras devaluaciones y normalizar al peso. Y eso no se logra con un cepo.

Cuando un mercado tiene desconfianza no hay una tasa suficiente que resulte atractiva para que la gente no se sienta más segura ahorrando en dólares, en lugar de en pesos.

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