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El mercado laboral venía cambiando mucho antes de la pandemia; pero a partir del 2020, los despidos y la posibilidad de home-office ocasionaron un brote de emprendedores independientes, quienes bajo la figura tributaria de monotributo, pudieron surfear la ola.

Pero a raíz de este asunto, ambas partes (empleadores y empleados), supieron la diferencia de costos entre una modalidad de contratación y la otra.

El empleador desembolsa un costo laboral altísimo para incorporar personal en relación de dependencia:

1.El sueldo neto (el que recibe efectivamente el empleado)
2.Contribuciones patronales

El empleado tiene una situación parecida: al momento de recibir su sueldo, se encuentra con

  1. Su sueldo bruto al que se le retiene un montón de carga impositiva viendo así, que su sueldo neto se reduce ferozmente

Por un lado, los aportes son retenidos por el empleador y luego derivados hacia los organismos correspondientes. Por su parte, las contribuciones son pagos que debe realizar el empleador con porcentajes que varían de acuerdo al sector en el que desarrolla su actividad la empresa.

Pero a estas contribuciones se le suman otras. Como el destinado a la obra social elegida por el empleado y el pago de un seguro de vida obligatorio (con una parte fija y otra variable de acuerdo a lo que cotice la ART). Toda esta carga hace que, de mínima, el salario bruto difiera alrededor de un 50% del costo laboral, con una carga a cargo del empleador que supera el 30% y puede alcanzar hasta un 40%. Es decir que para una pyme de 10 empleados, a causa de las contribuciones, el empleador paga el equivalente a tener 13/14 empleados.

Esta tabla está incompleta del lado del empleado: le faltan los descuentos de sindicatos y del impuesto a las ganancias de cuarta categoría...con los cuales pasamos el 50% en retenciones.

Dichos costos resultan elevados incluso a nivel regional: de acuerdo a la OCDE, nuestro país posee los costos laborales más elevados de la región. Según el organismo internacional, Argentina tiene la carga impositiva más alta sobre el trabajo formal, que alcanza el 57% del salario; es decir que por cada $100 que percibe el empleado, una empresa debe erogar $157 aproximadamente. El promedio para América Latina y el Caribe, en cambio, es de 21,7%.

O sea: queda muy claro que ambas partes tienen que soportar la disminución estrepitosa de sus arcas y que, trabajando 12 meses al año, solo nos quedan escasos  9 meses. Los demás son del Estado.

Ahora bien. Hagamos otra cuenta.

¿Qué sucede si en lugar de emplear en relación de dependencia, incoporamos a un monotributista que, con su emprendiento, ofrece los mismos servicios? (No faltará un mal-pensado que diga "es una relación de dependencia encubierta"). No señor, no es así. Hablamos de un emprendedor que, forzado por el descalabro laboral argentino en pandemia, se vio forzado a emprender por sí sólo, construyendo su empresita de servicios, como monotributista. Hoy le factura a Pyme A y mañana a Pyme B...

Veamos un ejemplo :

Pyme ofrece $100.000 por soldar una obra que llevará 30 días aprox.

Si contrata un empleado, Pyme pagará : $150.000. Su empleado cobrará $50.000

(Por supuesto, son cálculos lineales. La idea no es hacer cálculos exactos sino informar)

Pero si Pyme contrata a un monotributista (clase D). Pyme pagará $100.000 y el monotributista cobrará $100.000 menos $5.025 que salen sus impuestos mensuales.  Ese importe incluye su jubilación y una obra social precaria, pero es algo.

¿No es para pensarlo bien?

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